lunes, 9 de noviembre de 2015

Pequeño acercamiento a los modelos público-comunales en el contexto colombiano: los Acueductos Comunitarios.

En este caso particular quiero destacar la relación que han construido en torno a la naturaleza, específicamente al agua como una de sus mayores expresiones, distintas colectividades humanas relacionadas entre sí, no solo por sus posibles vínculos culturales y productivos, sino por sus procesos de resistencia frente a las prácticas y discursos propios del capitalismo. Señalaré brevemente como muchas comunidades de base en Colombia, concretamente campesinos e indígenas, han gestionado y materializado un manejo comunitario y democrático del agua, en contraposición al modelo de gestión privada que a partir de los noventa, con la imposición del neoliberalismo, ha sido difundido por las instituciones oficiales de la nación colombiana, subordinadas a las políticas corporativas internacionales.

Es indudable que vivimos en tiempos de crisis. Específicamente la crisis del modelo civilizatorio capitalista que permanentemente ha buscado la homogenización de las sociedades y las naturalezas1, según ciertos principios y prácticas particularmente modernas, tales como: 1) el encubrimiento del otro a partir del silenciamiento sistemático de conocimientos y culturas no occidentales, 2) la configuración de estrategias y conocimientos particulares, producto de la experiencia del encubrimiento moderno sobre las comunidades y pueblos locales, y 3) la división y mercantilización de la naturaleza y las relaciones sociales según principios utilitaristas e individualistas. Principios y prácticas que han negado históricamente la posibilidad de pensar, sentir y construir nociones de sociedad y “naturaleza” ajenas a la proyectada por la hegemonía capitalista.
Ahora bien, a pesar de las estrategias de ocupación y control territorial y social moderno/capitalistas, existen expresiones y procesos locales, regionales y nacionales donde perviven prácticas, sentidos y conocimientos que se resisten a ser encubiertos por los principios de acumulación, mercantilización y privatización.
Aunque existen diversas acepciones sobre el agua, que dependen de cada cultura y modos específicos de organización política, vivimos en un sistema social donde se ha impuesto y legitimado la concepción moderno/capitalista que define al agua como recurso natural, lo que significa que tenga un carácter transable e intercambiable por valores económicos, a pesar que la resolución64/292 de 2010 declara a este líquido como derecho humano. No obstante es una definición que convive cotidianamente con otras formas de apropiación que han resistido históricamente, las cuales se niegan a desaparecer.
Es el caso, por ejemplo, de las culturas originarias, que consideran al agua como algo sagrado, vinculado al origen y la preservación de la vida, y cuyo uso ha estado mediado por relatos que

configuraron su significación en términos eminentemente religiosos, reconociéndola como algo sagrado y, por lo tanto, como objeto de veneración y culto.


Por otro lado, cercana a esta concepción, encontramos propuestas de comunidades de base para quienes el agua es parte integral de la naturaleza, además de ser un derecho común inalienable, cuyo uso y manejo debe ser comunitario y democrático. Pero que corre el riesgo de desaparecer debido al control que ejercen actores privados y corporativos auspiciados por el Estado colombiano.


Una mirada local: manejo público-comunitario del agua.


Consecuencia del abandono estatal que sufren cientos de comunidades urbanas y rurales en toda Colombia, muchas han sobrevivido históricamente gracias a su capacidad de agenciamiento, empoderamiento y autodeterminación, construyendo vidas dignas al margen de los parámetros impuestos por el capitalismo. Entre muchas de las estrategias locales para garantizar un mínimo de existencia, hay que destacar los procesos que de forma organizada y solidaria han emprendido estas comunidades para el abastecimiento y uso del agua.
Según datos de La Súper Intendencia de Servicios Públicos Domiciliarios, se calcula que existen en el país alrededor de 12.000 pequeños prestadores del servicio de agua, la mayoría en zonas rurales, bajo la figura de Acueductos Comunitarios.

A modo de contextualización, los acueductos comunitarios son construcciones populares descentralizadas en torno a la gestión y uso del agua, que se han construido según procesos históricos, culturales, sociales y económicos locales, que controvierten las formas de apropiación y distribución de los sistemas urbanos a gran escala, regulados por entidades públicas o privadas fuera del alcance de decisión de sus usuarios. Donde la mayoría de vínculos entre estos y quienes los administran se circunscribe al pago mensual de la factura.


Al ser construcciones populares descentralizadas, los Acueductos comunitarios no son construcciones homogéneas. Por el contrario dependen de las características geográficas de los territorios donde se sitúan y de las trayectorias históricas y sociales de quienes los construyen. Por ello estas propuestas dependen, en gran medida, de las dinámicas territoriales que han dado lugar a la gestión del agua como estrategia de autonomía territorial. Mecanismo para suplir las obligaciones incumplidas del Estado colombiano, que con la apertura neoliberal, montó un conjunto de políticas de aguas que favorecieron la inversión privada y el control trasnacional de los territorios.
Entre los principios que rigen este modelo comunitario se debe destaca la protección y cuidado de los territorios. Sin estos no sería posible su existencia y aprovechamiento para la reproducción de la vida. Pues el agua no nace del grifo al girar la llave, como erróneamente muchos en las ciudades creen. Por el contrario nace en las altas montañas, en los páramos y glaciares, amenazados por el modelo corporativo y extractivo neoliberal.

La relación de solidaridad y reciprocidad es otra condición de este modelo de gestión del agua. Su valor no está determinado por su mercantilización a través de la privatización. Por el contario está dado por sus sentidos y valores según las comunidades y los esfuerzos colectivos por garantizar su distribución equitativa a toda la comunidad. El pago que cada usuario haga del servicio que el acueducto presta, se define en asamblea popular y su destino no es otro que garantizar su mantenimiento y buen funcionamiento. No la acumulación y beneficios económicos individuales.

Es importante estos modelos de gestión del agua, pues controvierte la forma como históricamente el Estado ha pensado los mecanismos de administración y distribución del agua; de forma utilitarista y monopólica. Por el contrario re-significa el valor de lo público y lo comunitario, no mediada por relaciones exclusivamente económicas, demostrando la capacidad de los pueblos de auto-gestionarse sus propios modelos de vida y sociedad. Además de plantear la pregunta de si el Estado es el único capaz de garantizar los derechos públicos de la sociedad.

Es por lo tanto necesario el desarrollo de apuestas que contribuyan en la legitimación de estos modelos público-comunales, a través de herramientas técnicas y normativas que respalden las justas luchas por el agua como un bien común, además de procesos de educación popular ambiental que generen intercambio de experiencias según las condiciones sociales y territoriales donde se levantan estos modelos populares.

sábado, 3 de octubre de 2015

 ANÁLISIS DE COYUNTURA 

A sabiendas que en el año inmediatamente anterior, la economía mundial volvió a exhibir una reducción del crecimiento, reflejando un menor ritmo de expansión sobre todo de los denominados países desarrollados, lo cual deriva de los no muy satisfactorios intentos por alcanzar una consolidación fiscal, tras la crisis financiera mundial de 2008-2009, con la consiguiente reducción del dinamismo de su demanda interna y de las importaciones provenientes de los países en vía de desarrollo.


Nuevamente, para proteger sus intereses económicos en las posiciones estratégicas en donde Estados Unidos ya se ha ubicado militarmente, continua su ofensiva guerrerista en el este Asiático y el medio oriente, en donde actualmente se presentan enfrentamientos armados; por una parte, en Ucrania, que involucra la participación de los imperialistas norteamericanos a través de sus mercenarios, los cuales alcanzaron a cooptar seguidores neonazis en ese país; pero su nueva aventura militar se estrelló contra quienes se oponen a la pérdida de su soberanía con dignidad por medio de la resistencia armada, al no quedar otra alternativa a este intento de invasión militar. Así mismo, continúan los criminales ataques de Israel contra la población civil del pueblo palestino, en medio de un vergonzoso silencio ante estos hechos por parte de Europa y gran parte de occidente.

También se han intensificado los combates en Siria, en donde murieron un estimado de 5.340 personas a lo largo del pasado mes de julio como consecuencia de un conflicto que ha ocasionado más de 170.000 muertos desde el inicio de los combates en marzo de 2011.


En lo que respecta a América Latina y el Caribe, se amplió el déficit fiscal en el promedio regional; la región experimentó un tercer año consecutivo de desaceleración del crecimiento económico, mientras se registran repuntes en la inflación. Durante los meses transcurridos de 2014, los índices de actividad de países como Estados Unidos, Reino Unido, Corea del sur, Alemania y varios otros de la zona del euro, mostraron signos de una moderada aceleración del crecimiento; sin embargo, las estimaciones de las autoridades monetarias en sus balances preliminares, aunque pretenden enviar mensajes de aliento para recuperar la confianza inversionista, no proporcionan buenas noticias para el pueblo trabajador, ya que se especula un bajo dinamismo de la demanda laboral, ocasionando una atenuación de los incrementos de los salarios nominales, lo que sumado a cierto aumento de la inflación como se espera, resultaría en un crecimiento menor de los salarios reales en comparación con 2013.
Es bien sabido que a partir del triunfo de la Revolución, en Cuba, la actividad deportiva experimentó un giro total, viéndose en la actividad física la recreación y la práctica masiva como legítimo derecho del pueblo; y en el marco del mundial de futbol, que este año se realizó en Brasil,- (por supuesto, cabe resaltar la destacado desempeño de los futbolistas colombianos).- Fidel Castro, el líder de la Revolución Cubana, envió una carta al ex futbolista (el cual afirma que sus héroes son Fidel y el Che Guevara) Diego Armando Maradona, quien dirigía el programa transmitido por la cadena televisiva de Telesur y que llevaba por nombre: “De zurda”; Apartes de esta son: “No creo posible, le dice a Maradona, una educación adecuada para los jóvenes de cualquier país, en el deporte y en el caso especial de los varones, sin incluir el fútbol.”... “Por supuesto, Diego, nunca olvidaré el apoyo y la amistad que brindaste siempre al líder bolivariano Hugo Chávez, felicito a los excelentes y prestigiosos futbolistas de nuestra América.”.


De otro lado, pese a los históricamente elevados niveles de abstencionismo en el país, y con la certeza de la falta de convicción en el voto que depositan los electores, que incluyen a gran parte de aquellos que aun conservan antiguas lealtades políticas de los partidos tradicionales, Colombia tiene nuevo presidente reelecto, que irónicamente busca en este nuevo mandato acabar la posibilidad de que un próximo presidente logre hacer lo mismo, al tiempo que el nuevo congreso se prepara para la pugna política entre el polo democrático y los diferentes intereses de clase representados por la mafia burguesa del narco-paramilitarismo presente en el bautizado “centro democrático”, y la burguesía mafiosa que hacen parte del partido de la u, obediente de quienes manejan el capital financiero a nivel global, ambos bandos históricamente (y sin deseos de hacer lo contrario) genuflexos a la rancia ambición imperialista norteamericana. 

No obstante, ante las penurias a las que continúan sometidos(as) millones de colombianos debido a este vetusto sistema, las formalidades de un crecimiento estadístico del PIB resultan poco alentadoras, puesto que lo único que esto evidencia es la inequidad en términos de la distribución de los recursos al continuar concentrada la riqueza en pocas manos.


Las cifras que revela el Dane para que soporten los fabulosos avances que pregona Juan Manuel Santos, no son más que construcciones amañadas que van de la mano con la delirante especulación de los economistas que hacen parte de su gobierno, que pese al optimismo presente en sus estimaciones en cuanto al crecimiento económico, ponen de manifiesto su intención de tranquilizar al gran capital, a los poderosos propietarios de tierras, a los inversionistas, a las fuerzas armadas, a la ultraderecha que ataca su gobierno, recurriendo a la generación de eufemismos con el objeto de convertir en futuros “retos” las deficiencias de su plan de desarrollo, y así disfrazar la incapacidad de el modelo económico neoliberal para separar a su siamesa preocupación por el desempeño de la industria en un país que gobernantes subordinados a las políticas impuestas por el gran capital transnacional, se han encargado de desindustrializar, conllevando a el problema del desempleo, subempleo y precariedad en el empleo, necesariamente propio de este modo de producción para su funcionamiento.


Anexo a lo anterior, el establecimiento político saca provecho del control que posee sobre los medios de comunicación, y anuncian los datos que arrojan los estudios económicos del Dane, los cuales mientras concluyen que el principal impulso al crecimiento provino del sector de la construcción (que aumentó 17 por ciento, debido a las obras civiles y a las edificaciones privadas), el Departamento Nacional de Planeación (con el respaldo de la cámara colombiana de infraestructura) indican que para continuar con el crecimiento del PIB, se requiere una mayor inversión en vivienda y los proyectos ejecutados con el Sistema General de regalías; de lo que se deduce se lucrarán con el presupuesto de la nación los empresarios vinculados al negocio de la construcción que dirige el recién nombrado vicepresidente por santos, junto con su aliado de clase el ministro de vivienda, a la vez que continuarán impulsando la locomotora minero energética pese a los irreparables daños ocasionados por esta al medioambiente a lo largo y ancho del territorio nacional.


Para este cuatrienio, Santos intenta deslindarse del modelo neoliberal de economía, recurriendo al expediente de la Tercera Vía, que es también considerada sólo una variante frustrada del mismo neoliberalismo; aplicada a un país que el mismo modelo se encarga de mantener lejos de permitir su consolidación económica y con esto asegurar su dependencia a las órdenes impartidas por el FMI y el BC , pues ante todo no sería de conveniencia para los intereses expansionistas de los norteamericanos que en su despreciable empeño por mantener sumisas y divididas a las repúblicas del centro y sur de América, ha invadido su soberanía tomando posiciones estratégicas a través de la instalación de bases militares, ignorando el total rechazo de los pueblos que con dignidad se oponen a la actitud temerosa y entreguista de gobernantes traidores a los sueños y valores más nobles de quienes ofrendaron su vida conquistando las primeras independencias, por un bien mayor para Nuestra América.
En las últimas emisiones noticiosas de los monopolizados medios de comunicación, han hecho hincapié en las amenazas de Santos, quien ha anunciado que los ataques a la infraestructura realizados por las FARC, pone en alto riesgo la estabilidad de los diálogos de paz en la Habana; siendo esto muestra de su hipocresía, al ser él quien se ha negado desde el inicio de las conversaciones a dialogar en medio de un cese al fuego bilateral, y por supuesto, sacar provecho mediático (tanto él como su ministro de defensa), en su intento por engañar a la opinión pública, acusando a los insurgentes de no tener voluntad política, apelando a un lenguaje tendencioso para tergiversar el significado de la contundente respuesta de la insurgencia frente a los bombardeos indiscriminados contra la población civil, que realiza el ejército y la fuerza aérea, y que tanto ocultan los medios de comunicación del régimen cuando para descontento de los mismos en sus frustrados deseos de anunciar bajas en las filas de la guerrilla, dichos bombardeos sólo resultan en la grave afectación a la vida de humildes campesinos y del medio ambiente.


Ante el progresivo aumento de la movilización popular que ha manifestado su inconformismo con el mal gobierno, y que ha demostrado su capacidad de construir alternativas de autogobierno, la élite acomodada que se ha repartido el poder desde que por medio de la traición Santander usurpó la presidencia de la República, se encuentra temerosa de perder los privilegios a los que han estado acostumbrados, debido a un eventual acuerdo de paz con las FARC-EP, y que con esto, el resto de colombianos deseche la desinformación mediática que mantiene ignorantes de la verdad histórica del país y la difamación dirigida a deslegitimar la búsqueda de la paz con justicia social que ha propuesto esa guerrilla desde su conformación, y se unan a su nueva propuesta de país, resultando esto en la confirmación de la derrota política del ilegítimo establecimiento político de más de 180 años. Sin embargo, no es sólo la paz lo que asusta a quienes se han enriquecido burlando las leyes a su conveniencia y engañando a sus electores, ya que la incapacidad demostrada históricamente para vencer a la insurgencia a través de las armas les causa tanto miedo, que no se atreven a iniciar una ofensiva armada sin el apoyo económico, tecnológico y militar de los norteamericanos, de ahí que con la venia de Santos continúen enviando mercenarios a las bases militares que arrebatan la soberanía colombiana.

Frente al actual panorama, corresponde a todos los colombianos comprometidos con el cambio social, aportar y respaldar la transformación estructural de un nuevo país, a través de la elevación de su conciencia, que permita fortalecer la movilización popular y conlleve a la realización de la Asamblea Nacional Constituyente, como un nuevo pacto social para la paz; a la represión desatada por la clase dominante únicamente los movimientos populares unidos lograremos derrotarla, abriéndonos paso a la consecución de la segunda y definitiva independencia.





POR EL DESMONTE DEL ESMAD: ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE Y PARO NACIONAL.
LIBERTAD A HUBER BALLESTEROS, DAVID RABELO, ESMER MONTILLA Y MÁS DE 9500 PRES@S POLÍTIC@S Y DE CONCIENCIA: ¡A LAS CALLES!
CYB 6 AÑOS

sábado, 20 de junio de 2015

“El síntoma se denomina calentamiento climático, pero la enfermedad se llama capitalismo”

Por Emma Rodríguez  / Letras Sumergidas   

Entrevista con el filósofo español, profesor universitario y activista ecológico, Jorge Riechmann, quien afirma que “estamos consumiendo el planeta como si no hubiera un mañana”; que “lo que hace falta son transformaciones estructurales profundas, casi revolucionarias”.
Denomina Jorge Riechmann al siglo XXI como “el siglo de la gran prueba” o como “la era de los límites”. Nos dice que “estamos consumiendo el planeta como si no hubiera un mañana”; que “lo que hace falta son transformaciones estructurales profundas, casi revolucionarias” y que ya no podemos confiar en que será la generación de nuestros nietos la que las lleve a cabo, porque estamos en “tiempo de descuento”.
Todo esto nos lo cuenta en Autoconstrucción, uno de esos libros que funcionan como un aldabonazo en las conciencias, que sacuden el letargo y conducen a plantear la gran pregunta: ¿Estamos aún a tiempo de salvar el planeta? Es un interrogante que el propio autor abre una y otra vez en en el recorrido de un ensayo esclarecedor que nos invita a tomar conciencia de la urgencia de la lucha ecológica, de la necesidad de avanzar lo más suavemente que se pueda hacia sociedades de la sobriedad, de la contención, de otro tipo de realizaciones y plenitudes no asociadas a la adquisición constante de pertenencias, de propiedades, de productos de consumo.
Profesor titular de Filosofía Moral en la Universidad Autónoma de Madrid, traductor, poeta, ensayista, miembro de Ecologistas en Acción y desde hace poco del Consejo Ciudadano de Podemos, Riechmann va desgranando un buen puñado de verdades, de reflexiones incómodas, pero absolutamente necesarias, en esta Autoconstrucción, subtitulada La transformación cultural que necesitamos, que nos anima a pensarlo todo de otra manera, a encontrar nuevas palabras, nuevos vínculos, nuevas imágenes para situarnos frente a un presente de resquebrajamientos y de oportunidades de cambio. “Jamás se había hablado tanto sobre las desigualdades sociales, jamás se había hecho tan poco para reducirlas… Nunca se había hablado tanto los daños ecológicos, y nunca se ha hecho tan poco para delimitarlos”, leemos muy al comienzo de un libro que traza un magnífico diagnóstico de dónde estamos y hacia dónde podemos dirigirnos.
El autor es consciente de que el pesimismo no está de moda, de que el continuo estímulo del pensamiento positivo se puede llegar a convertir en una conveniente cortina de humo, de que a muchos se les llena la boca con la palabra “buenismo” para definir cualquier propósito de solidaridad, de compasión, de cooperación, de igualdad, de que los ecologistas son vistos en muchas ocasiones como catastrofistas y agoreros dispuestos en todo momento a chafar una fiesta en la que muchos siguen pasándolo bien, a costa de mayorías cada vez más empobrecidas e indefensas. Todo parece estar en contra, pero no cabe la resignación, la no resistencia. “Hay esencialmente dos opciones político-morales. La de quienes desean un mundo de amos y esclavos, por una parte; y la de quienes luchan por un mundo de iguales. Al poder del dinero y de las armas, el segundo grupo solamente puede oponer la fuerza de la organización”, abre Riechmann un cauce de futuro.
No deja de haber autocrítica en el trayecto y tampoco falta el realismo, grandes dosis de realismo que parten de la constatación de las dificultades, de los enormes retos. Y, por supuesto, se revelan hechos y se ofrecen datos, hechos y datos que hablan por sí solos y que, nos guste o no, indican que el rumbo no es el adecuado. Así, el cambio climático que nos conduce a un mundo cuatro grados centígrados más cálido, según predicciones muy optimistas, pero ante el que tantos siguen quitando importancia en nombre de intereses empresariales, intereses que obstaculizan la necesaria disminución de los gases de efecto invernadero. Así, la escasez de fuentes de energía fósiles, que lleva a la agonía de un modelo que se alarga artificialmente, vía prácticas como el fracking, en vez de apostar por invertir en el camino de las renovables.
Mientras las capas de hielo ártico desaparecen, mientras el proceso de la fotosíntesis se está viendo afectado en zonas con altos niveles de contaminación, mientras las abejas se ven amenazadas, mientras… seguimos pensando que habrá tiempo, que la técnica será capaz de solucionarlo; que llegará un día en que volveremos a la normalidad de un modo de vida que nos parece el mejor posible. ¿Cómo convencernos, habitantes del Primer Mundo del siglo XXI, de que ya no volveremos a la normalidad de antes de la crisis, de antes de la amenaza ecológica; cómo convencernos de que es necesario cambiar la orientación y las estructuras del sistema para seguir viviendo bien, e incluso mejor, pero con otros parámetros?
He aquí las cuestiones que plantea Jorge Riechmann en Autoconstrucción (Ediciones Catarata). Son muchas las salidas que ofrece este libro, pero lo esencial es su llamamiento a un cambio de conciencia, de valores, de usos y costumbres. “La economía es una construcción humana. Las leyes económicas no son como la ley de la gravedad. Pueden ser transformadas (…) Pero para ello la gente ha de cambiar de conducta”, se utiliza como arranque de un capítulo este párrafo-lema extraído del informe de un centro de estudios económicos. Hay en el ensayo reflexiones sobre el papel cada vez más activo de los consumidores –consumidores rebeldes–; sobre la cultura como base de la comprensión de los cambios; sobre los movimientos sociales que deben convertirse en la base de las nuevas sociedades… “Hemos de vivir de otra manera”, es la frase que cierra el libro. Pero aquí, lejos de cerrar, empezamos con la conversación.

Consumimos el planeta como si no hubiera un mañana

– ¿En qué punto se encuentra el movimiento ecologista hoy a nivel global? ¿Cuáles son sus expectativas?

– Si lo analizamos con perspectiva, el movimiento ecologista moderno, como tal, es muy reciente. Surge en los años 60 del siglo XX, aunque el pensamiento ecológico arranca de más atrás, de antecedentes tan ilustres como Thoreau, a quien releemos con mucho interés, o, antes, Alexander von Humboldt, que tanto contribuye en la creación de la ciencia ecológica, de la biología de los ecosistemas. Ahí están las raíces, pero hay que dar un salto hasta llegar, en 1962, a un hito importantísimo, una obra clásica de la conciencia ecológica, La primavera silenciosa, de Rachel Carson. En ese año se empiezan a poner en marcha dinámicas sociales, políticas, intelectuales, culturales, que conducen a algunas sociedades, dentro de procesos muy contradictorios, a emprender un nuevo aprendizaje de los modos de vida. Y ya en 1972 nos encontramos con otra aportación esencial, el estudio Los límites del crecimiento, el primer informe del Club de Roma, que pone en marcha un debate de alcance mundial a partir del cual ya empiezan a circular los lemas básicos, las consignas del ecologismo sobre la necesidad de conformar una conciencia de especie en las singulares condiciones históricas que nos ha tocado vivir. Ese proceso de aprendizaje social se rompe a finales de los años 70 y comienzos de los 80, con la irrupción de la fase última de la historia del capitalismo, el capitalismo neoliberal financiarizado. A esos decenios, a esa etapa en la que aún estamos inmersos, yo la denomino a veces la era de la denegación, porque hay fuerzas muy poderosas que, lejos de impulsar el aprendizaje, están trabajando en sentido contrario.

– Denegar es un verbo que utilizamos muy poco y que explica muy bien lo que está sucediendo. A los pueblos cada vez se les niega más lo que desean. Las democracias se están vaciando cada vez más de sentido.

– Denegar es un término que usan los psicólogos y psicoanalistas para referirse a ese fenómeno que no consiste sólo en ignorar algo sino en hacer un esfuerzo por no ver lo que tenemos delante de los ojos. Yo creo que ha habido, que hay mucho de eso, en la cultura dominante durante los tres últimos decenios. Es indudable que hay un permanente negacionismo si hablamos de fenómenos como el calentamiento climático, del mismo modo que lo hubo anteriormente con respecto al cáncer ocasionado por el tabaco. Y es indudable la eficacia de los esfuerzos organizados por el sector empresarial para expandir toda la tinta de calamar y toda la desinformación posible con el fin de impedir que se tomen las decisiones correctas. Ahora mismo, más allá de circunstancias concretas, tendríamos que referirnos a un negacionismo mucho más vasto que se refiere a todo lo que tiene que ver con los límites al crecimiento, y eso es mortal porque nuestra situación, nos pongamos como nos pongamos, es la que es. Las leyes de la naturaleza, de la física, de la química, de la dinámica de los seres vivos, son las que son, no vamos a cambiarlas, por grandes que sean nuestras ilusiones a ese respecto, y el conflicto esencial que se plantea, que estaba en ese debate de los años 60 y 70, es el choque de las sociedades industriales contra los límites biofísicos del planeta, que se ha ido agravando y agudizando cada vez más. Si usamos la herramienta efectiva de la huella ecológica, hacia 1980, fue cuando ésta superó la biocapacidad del planeta para seguir creciendo después. Según los investigadores, ahora estamos en el 150% de la capacidad del planeta. Y esa situación no durará demasiado, porque estamos, como se dice a veces, consumiendo el capital, no los intereses, empleando en este caso la habitual metáfora financiera. Estamos sobreexplotando los recursos y las capacidades de absorción de contaminación, de una forma que es insostenible. Parece que consumimos el planeta como si no hubiera un mañana.

– “El síntoma se llama calentamiento climático, pero la enfermedad se llama capitalismo”. Así se titula un epígrafe del ensayo donde se hace referencia al rotundo fracaso de la cumbre de Copenhague en 2009, una cumbre donde se aspiraba a lograr un acuerdo global de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, que sustituyese al Protocolo de Kioto. Ahora estamos a la espera de una nueva reunión en París en diciembre de este 2015. Parece que los límites son absolutamente incompatibles con el capitalismo salvaje.

– Así es. Hacia 1980 fue cuando ganaron las elecciones generales Margaret Thatcher en Gran Bretaña y posteriormente Ronald Reagan en EE.UU. Ahí tenemos que fijar el desplazamiento del mundo hacia una derecha conservadora, que ha sido hegemónica desde entonces, y que ha resultado letal en lo que se refiere a las cuestiones económico sociales. Hacia 1980 se puso en marcha el proceso de desregulación financiera y comercial. Hasta entonces, las economías, el crecimiento del capital y de los activos financieros iban acompasados al crecimiento de lo que llamamos economía real, pero a partir de ahí se rompió el equilibrio, todo se abrió en forma de tijera y lo financiero comenzó a crecer de manera metastásica y a dominarlo todo. Es ahí donde nos encontramos ahora. Esa es la situación. Si no somos capaces de romper con esa clase de políticas y con las culturas que las acompañan, lo tenemos realmente difícil.

Mientras leía el libro pensaba que la educación es básica para la toma de conciencia. Aludes a la importancia que en su día tuvo en España la Institución Libre de Enseñanza, a finales del XIX y principios del XX, en la redefinición de la relación entre sociedad y naturaleza, así como al naturismo anarquista por el lado obrero. Pero hoy, ¿cómo hacer entrar la ecología en los colegios?
–  Por supuesto que tendría que ser la educación una de las vías naturales para difundir la conciencia ecológica, pero aquí, nuevamente, nos topamos con lo mismo: la dinámica social en la que estamos, lejos de educarnos, de construirnos, para hacernos ver la verdad del mundo en el que vivimos, va en la dirección contraria. Podríamos decir que es contra educativa en muchos sentidos. Por eso no es tan fácil de llevar a cabo algo que parece tan simple. Sin ir más lejos, puedo decirte que yo formo parte de la comisión de educación y participación de Ecologistas en Acción en Madrid y que, justamente, una de nuestras tareas es hacer avanzar estos planteamientos en el terreno educativo. Uno de los trabajos más fecundos del colectivo fue, hace ya unos años, examinar lo que se podría llamar el currículum oculto de los libros de texto. Si uno se dedica a ver con cierto detalle cómo están escritos los manuales de consulta de ciencias naturales, de ciencias sociales, que es donde tendrían que entrar esta clase de enseñanzas, lo que encuentra, en muchos casos, es prácticamente todo lo contrario: más desinformación que información, puntos de vista adversos al verdadero aprendizaje de cuidar, de vivir de verdad en esta tierra. En esa dinámica en la que estamos ahora mismo, nos encontramos con comerciales de los bancos que van a los colegios a enseñar educación financiera y se ve como normal porque esa es la cultura dominante en la sociedad. A la contra, parece que lo que los ecologistas decimos no quiere ser oído porque se trata de una realidad incómoda, porque hacernos cargo de donde estamos realmente nos obligaría a vivir de otra manera, a organizar casi todo de una forma diferente. Una y otra vez, insisto, chocamos de manera muy inmediata, muy frontal, con intereses poderosísimos. Pero no quiero instalarme en la queja permanente. Pese a toda esa resistencia, pese a tantos obstáculos, hacemos lo que podemos. Yo soy profesor en la universidad y hablo de todo esto a mis alumnos universitarios, y, además, acabo yendo, por lo menos tres o cuatro veces al año, a hablar con escolares y con bachilleres; hay otros compañeros y compañeras que lo hacen con más asiduidad. Pero se llega a donde se llega. Ecologistas en Acción, por ejemplo, es una asociación participativa que tiene aproximadamente unos mil afiliados en Madrid, gente que paga una cuota y que puede hacer una pequeña tarea de vez en cuando. Si pensamos que en una comunidad autónoma como la de Madrid hay seis millones de personas, es una cifra muy baja. Y los activistas no somos más de 60 personas, apenas 10 dedicados a la comisión de educación. Ecologistas en Acción se autofinancia. Los recursos con los que contamos son las cuotas de los afiliados. Ha habido alguna vez algún programa concertado, pero las administraciones, especialmente en esta comunidad autónoma y con el gobierno que hay ahora mismo, no sólo son no cooperativas, sino absolutamente hostiles.

– ¿Se ha fracasado a nivel general, no sólo en España, en la comunicación, en la difusión? Se habla mucho de ecología, en ciertos ámbitos está muy de moda, se ha superficializado incluso, pero la verdadera conciencia ecológica no ha llegado a la gente.

– Quiero hacer hincapié en un aspecto que me parece muy importante y que nos lleva a la pregunta anterior, a la educación. El título del libro, Autoconstrucción, que en griego podríamos decir paideia, educación en un sentido amplio, es una llamada a que no entendamos la educación sólo como el aprendizaje que se imparte en las escuelas, los institutos y luego en las universidades. Los contextos educativos son los contextos sociales generales, y yo creo que la manera de autoconstrucción, de autoformación, de educación, de paideia más importante para todo lo que estamos hablando, sin menospreciar la educación ambiental en sentido estricto y formal, es la que se da en los movimientos sociales. Es ahí donde la gente se autoorganiza para actuar y, mientras lo hace, aprende en el recorrido. Lo que sucede es que, mientras en los años 70 y 80 esa clase de procesos iban hacia adelante, pese a todas las dificultades, desde entonces, parecen no avanzar porque hay muchos intereses y mucha desinformación en el camino. Y, por otro lado, de manera contradictoria, la gente está como saturada y harta de que le hablen de ecología. Ese fenómeno también lo recojo en algún momento del libro. Hay hasta un término que han acuñado los sociólogos, la ecofatiga, para describirlo. Efectivamente, como bien indicas, hay mucha cháchara, mucho marketing verde, mucha propaganda, mucho uso de imágenes, estilemas, apropiación de contenidos. Ahora la Unión Europea está hablando de economía circular. Se utilizan conceptos que vienen del movimiento ecologista y que han sido apropiados, transformados en otra cosa. Sustentabilidad o sostenibilidad, por ejemplo, son nociones que vienen del mundo ecológico, pero cuando un presidente o un consejero delegado de una gran empresa habla de desarrollo sostenible, en el 99% de los casos está transformando en su contrario lo que inicialmente fue el sentido del término. Todo eso lleva a una situación de muchísima confusión, en la cual la gente tiene muchas veces la impresión de que todo el tiempo se está hablando de ecología, de que se hacen cosas que están muy cerca de quienes pueden manejar palancas de poder. Hay muchísima propaganda, muchísima moda alrededor que lo desvirtúa todo. Se publican revistas que nos venden el concepto de la buena vida, pero que están llenas de anuncios a toda página de grandes empresas energéticas. Eso es lo que metaboliza como ecología la cultura dominante y resulta muy perjudicial, porque, por supuesto, no tiene nada que ver, está muy alejado de lo que debería ser, de lo que nos tocaría hacer.

– En su momento nos ilusionaron los verdes alemanes. Parecía que podían hacer girar los acontecimientos en otra dirección, pero ahora tienen un perfil más bajo.

–  Bueno, ese es un asunto complejo. Yo escribí mi tesis doctoral sobre los verdes alemanes hace muchos años. ¿Qué ha pasado ahí? De nuevo no podemos entenderlo sin ver lo que ha sido el potentísimo despliegue de la política neoliberal en la que estamos inmersos y sin analizar a fondo como nuestras sociedades han ido yendo hacia la derecha, hacia la derecha, hacia la derecha, sin ser, muchas veces, del todo conscientes. Hay un fenómeno que los psicólogos sociales tienen muy bien estudiado y que denominan los puntos de referencia cambiantes. Cuando una sociedad entera se desplaza en cierta dirección poco a poco, de manera que todo -las instituciones, los valores, las gentes-, va moviéndose al mismo tiempo, en el mismo sentido, la sensación puede ser que nada se mueve, que está uno básicamente en el mismo punto, pero los cambios pueden ser brutales. Esto se ha estudiado, por ejemplo, en relación a la Alemania de los años 30. A medida que todo iba llevando al estado nazi que conocemos, desde dentro, a mucha gente le parecía que no pasaba nada importante, porque todo se iba desplazando al mismo tiempo en la misma dirección. Yo creo que aquí también ha pasado algo parecido.  Los verdes alemanes, que son el partido ecologista más interesante que ha surgido hasta el momento, el experimento sociopolítico más importante, tuvo en sus inicios un componente dominante de izquierda, aunque siempre muy mezclado con el centro e incluso la derecha, pero, coincidiendo con el paso al neoliberalismo, y pese a haber crecimiento y éxitos electorales, ese ala de izquierda del partido va siendo marginada y en parte lo acaba abandonando. A medida que la sociedad fue avanzando hacia la derecha, también los arrastró a ellos en la corriente. Una y otra vez nos tropezamos con lo mismo. No podemos de verdad ecologizar esta sociedad sin chocar frontalmente con el capitalismo. Si queremos ir hacia una economía ecológica hacen falta rupturas con el capitalismo y eso son palabras mayores. Y, por otra parte, ahora mismo hay que plantearse seriamente la siguiente pregunta: ¿Qué es la izquierda hoy? Seguimos hablando por inercia de partidos socialdemócratas, por ejemplo, cuando a un socialdemócrata de los años 20, 30 o 40, si viera qué tipo de políticas o de discursos adopta la gente que así se sigue llamando, se le erizaría todo el vello de la piel. La socialdemocracia de Tony Blair o de Rodríguez Zapatero no tiene nada que ver con lo que fue históricamente la socialdemocracia. Pero, volviendo a lo de antes, el ecologismo tomado en serio es anticapitalista y eso es bien fuerte, porque dónde hay políticas anticapitalistas ahora en nuestras sociedades. Son absolutamente minoritarias. En ese escenario es donde hay que situar la deriva de los ecosocialistas alemanes, de todas esas corrientes o personas que abandonaron, al final cansadas, el partido en la década de los 80. Desde mediados de los 90, la descripción politológica correcta de los verdes alemanes sería la de ecoliberales con un mayor grado de sensibilidad social.  Eso mismo sirve para otros partidos verdes europeos.

– ¿Y en España? Equo parece conformarse con un discreto segundo plano.

– La historia española es una historia muy distinta por la singularidad de la dictadura. La articulación de ese espacio político ha sido bastante compleja y, al final, en parte por errores propios, en parte por la ocupación de ese territorio por otras formaciones como Izquierda Unida, la cosa ha ido como ha ido. Equo ha aparecido ya muy tarde y hay cosas muy valiosas, pero ojalá tuviera más fuerza. Con mucha frecuencia nos planteamos qué es lo que hemos hecho mal, qué errores hemos cometido, y, sin duda los hay; hay errores propios en los últimos 30 años que pueden explicar circunstancias desfavorables, pero no nos equivoquemos. Lo principal no es tanto lo que hayamos podido hacer mal, sino el poder brutal y en aumento que nos hemos encontrado delante. Y vuelvo al dato de antes: en la comunidad autónoma de Madrid somos 50, 60 activistas a lo sumo, en una asociación como Ecologistas en Acción, en un entorno de seis millones de personas. Esa es la lamentable situación, la acusada desproporción de fuerzas.

– Sin embargo, el caso español es muy curioso. Desde el 15-M, la rapidez a la que se ha producido todo es espectacular. En el libro hablas de la ilusión que ha generado la irrupción de un partido como Podemos. ¿Hacia dónde puede ir esa ilusión y hasta qué punto en Podemos tiene peso la preocupación ecológica, la conciencia de los cambios que será necesario acometer y explicar a la gente? No parece que se marque demasiado el acento por ahí.

– En España han cambiado muchas cosas para bien, sobre todo el despertar de parte de la sociedad a partir del 15-M. Pero tampoco debemos sobreestimar eso. Uno de los lemas, consignas, incluso micropoemas que se escribían en Sol y en muchas plazas de otras ciudades españolas, el mes de mayo de 2011, era: “dormíamos y hemos despertado”. Esa frase, con todas sus variantes, expresa algo muy valioso. La sociedad española ha ido abriendo algo los ojos en medio de la narcosis generalizada en la que estamos. Y, aunque lo parezca, eso tampoco surgió de la nada. No es que antes no hubiera movimientos sociales y de repente aparecieran por arte de magia. Muchos de esos movimientos arrancaron de atrás, de la dinámica de los foros sociales mundiales, del espíritu del alzamiento neozapatista en México en 1994 y, sobre todo, después, del quebranto que provocó la crisis económica y financiera, lo que hizo que se dieran condiciones para que sectores cada vez más amplios de la población empezaran a ver con mayor claridad el mundo en el que estamos. Pero, con todo,  hay que intentar ver las cosas con cierta perspectiva. Yo estoy metido de cabeza en todo esto. Me presenté con otros compañeros al Consejo ciudadano autonómico de Podemos y, junto con otra mucha gente, ahora estoy trabajando en la redacción del programa autonómico para Madrid, donde me ocupo de las cuestiones ecológico sociales. Por eso no lo veo como algo ajeno, puedo hablar del proceso en primera persona y puedo decir que hay sectores que tienden a sobrevalorar algunas de las cosas que han ido sucediendo, que hay mucha gente joven que tiene una confianza plena en la capacidad movilizadora de las redes sociales, algo en lo que yo soy mucho más escéptico. Recuerdo, por ejemplo, una conversación con uno de los activistas de Acampada Sol, alguien metido muy de lleno en lo que había sido la acampada en Sol y el 15-M. Su conclusión era que se había conseguido politizar a cinco millones de personas. Y yo reflexiono: Si de verdad hubiéramos politizado en serio a cinco millones de personas, ya estaríamos en otro contexto electoral y político. Hay cambios muy importantes y hay posibilidades de ruptura, pero ya veremos hasta dónde se llega. Yo de lo que estoy convencido es de que lo que nos haría falta es una sociedad que dejara de actuar básicamente como espectadora, espectadora a través de pantallas pequeñas, de pantallas grandes, dándole a “me gusta” aquí y allá. Una cosa es que una encuesta demoscópica te diga que el 80% de la sociedad española muestra su simpatía por esta gente joven, que ha acampado en las plazas, y otra cosa son los resultados a partir de las convocatorias electorales, las posibilidades reales de impulsar cambios en la sociedad. Ahí tenemos las elecciones andaluzas y ahora toca ver que tal se dan las autonómicas y municipales… Insisto: debemos pedir democracia real ya, pero nos tenemos que dar cuenta de que eso no es posible sin que muchísima gente eche muchísimas horas de trabajo desgastante, disciplinado y cotidiano en distintos contextos. Una democracia de espectadores es una contradicción en los términos. Democracia real quiere decir mucha gente echando mucho tiempo en organización, formación, lucha política, actividad disciplinada. Es en ese espacio donde se dan perspectivas interesantes. Lo que está sucediendo en Grecia, lo que nos está permitiendo ver de la posibilidad de actuar de otra manera no hegemónica y, a la vez, del comportamiento de la UE, es muy interesante. Y lo que tal vez pase aquí tiene, desde luego, un valor grande, pero, al mismo tiempo, debemos dimensionar muy bien todo esto para no llamarnos a engaño y darnos el batacazo. Es un poco lo que pasó en Andalucía. Si lo pensamos bien quince diputados alcanzados en tan poco tiempo de trayecto, no está nada mal, pero se ha recibido como una especie de derrota. No hay que hacerse demasiadas ilusiones sobre el nivel de politización real. Cuántas veces oímos, por parte de sociólogos y politólogos, que hay una mayoría social de izquierda. Eso da lugar a muchas ilusiones, pero calma; pensemos en la gente que de verdad es consciente del tipo de confrontación que hace falta para cambiar de verdad las cosas.

– Los cambios de valores, de conciencia, suelen ser procesos lentos. Como dice Julio Anguita, el político debe tener la paciencia del campesino. En Grecia, el trayecto de Syriza fue largo…

– Sí, pero también es verdad que la velocidad de la historia no es siempre lineal, que también se dan aceleraciones, cambios mucho más rápidos. Eso es posible y ahí el drama, que sólo una parte muy pequeña de la sociedad ve por este negacionismo generalizado sobre las cuestiones ecológicas del que hablábamos antes, es que la historia ya no va a ser lo que era. El drama es que ya no tenemos mucho tiempo para evitar peligros enormes. Estamos en tiempo de descuento y eso es lo que mucha gente, sensible ahora a cuestiones de desigualdad social, democratización en sentido amplio, lucha contra la corrupción, no acaba de asimilar. Ante la cuestión del abismo ecológico social son conscientes sectores aún muy minoritarios. Hemos dicho: “Dormíamos, pero hemos despertado”. Ahora nos hace falta despertar todavía bastante más.

– Hablábamos de Grecia, un pequeño bastión en medio de la homogeneización. Por una parte, es esperanzador que haya gobiernos que planten cara, que nos hagan ver lo que se esconde detrás de la mal dirigida austeridad, pero también produce bastante frustración ver que las democracias no funcionan, que el poder, el sistema, no permite impulsar políticas de rescate social urgentes. La deuda, una deuda ilegítima en gran parte, es la gran prioridad de la Unión Europea.

– Así es. Y ya vemos qué políticas son las que nuestros vecinos griegos están intentando impulsar. Son medidas propias de lo que fue la socialdemocracia hasta hace muy poco. Esto es lo que nos debería hacer ver el mundo en el que estamos, la brutal dirección hacia la derecha que hemos tomado. Las políticas que está proponiendo Syriza no suponen ninguna ruptura revolucionaria. Se trata de introducir un poco de justicia social, que fue lo que defendió hasta hace poco la socialdemocracia. Y, sin embargo, todos esos partidos que siguen llamándose socialdemócratas, permanecen impasibles, apoyan todo lo contrario a lo que fueron sus principios. Es una gran paradoja.

La crisis ha abierto ventanas de transparencia, ha hecho que volvamos la vista hacia los derechos humanos. El derecho al trabajo, al techo, a la salud y la educación, están en la primera línea de las reivindicaciones, pero en lo que respecta a las amenazas del planeta pensamos que habrá tiempo, que no es la prioridad.
– Bueno, eso es comprensible en un país como éste por la quiebra que se ha producido, por el nivel de desempleo tan elevado que tenemos. Hemos ido aguantando por los distintos colchones sociales que han amortiguado la caída, pero el hambre y la desnutrición han vuelto a aparecer. El error es no ver como todas esas cuestiones están conectadas con las preocupaciones ecológicas. Pensar, como han formulado también en ocasiones amigos y compañeros, que lo que toca ahora es dar de comer a la gente y aplazar lo otro, que ya vendrá el tiempo de resolverlo, es un error. Somos ecodependientes e interdependientes. No se puede organizar una economía viable sin tener en cuenta las amenazas ecológicas en las que ya estamos y que todavía van a agudizarse mucho más. Y eso no es algo optativo. Lo vamos a aprender por las buenas o por las malas. Estamos ya en tiempos de descenso energético. Las sociedades industriales se han desarrollado de forma explosiva gracias a un chute de combustibles fósiles y lo que tenemos ahora es un capitalismo fosilista, adjetivo que no deberíamos olvidar. Sin ese chute de energía, de esa bioenergía acumulada durante cientos de millones de años en forma de carbón, petróleo, gas natural, que nosotros nos hemos puesto a sobre consumir de manera bastante inconsciente e irresponsable en estos dos siglos últimos, el mundo no sería como es y nuestras sociedades no se hubieran deformado tanto en ciertas dimensiones como lo han hecho hasta ahora. Sea como fuere, esta es la historia de nuestros dos últimos siglos y eso se acaba. No va a seguir existiendo la posibilidad de sobreconsumo energético que ahora tenemos y que nos sigue pareciendo normal. Sabemos por distintos estudios e investigaciones que para funcionar con economías viables y con cierta justicia global, es decir, en un mundo relativamente igualitario, sin esa quiebra brutal entre Norte y Sur, mirando a los más desfavorecidos del planeta, los países enriquecidos, incluyendo al nuestro, que, pese a la situación actual, globalmente sigue formando parte de ese norte enriquecido, tenemos que reducir el uso de energía y materiales en nueve décimas partes. ¿De qué manera se hace eso? Pues hay cosas que se pueden hacer sin perturbar tanto el orden existente, pero todos los cambios importantes suponen un choque frontal contra el funcionamiento de las estructuras actuales. Uno puede organizar una economía que satisfaga adecuadamente las necesidades humanas de esa enorme población que somos ahora, de más de 7.200 millones de personas, con las reducciones de energía y materiales necesarias, con los consiguientes impactos asociados, pero eso no puede ser una economía capitalista, de crecimiento constante y de generación continua de supuestas nuevas necesidades. Tiene que ser otra cosa.
 
–  ¿Algún ejemplo? ¿Algo por lo que se pueda empezar a actuar ya?

– Como te decía, se pueden dar algunos pasos. Recientemente, por ejemplo, dimos una charla formativa en el círculo de Podemos en Retiro sobre basuras y residuos. En ese terreno, en el de la gestión de los residuos sólidos en los recintos urbanos, se le puede dar la vuelta yendo hacia un modelo deseable, con muchas ventajas sobre el actual, sin topar más que con los intereses, en este caso, de las grandes constructoras que tienen su división de gestión de basuras y se hacen con las contratas de los ayuntamientos. Chocaríamos contra ese poder económico, pero casi nada más, para alcanzar la alternativa del modelo de residuo cero, que está articulado y ya está funcionando en muchos pueblos y ciudades de Europa, incluyendo urbes grandes como Milán. De esta manera, siguiendo el ejemplo de pueblos que ya lo hacen también en España, en Cataluña, en el País Vasco y en Baleares, en Madrid pasaríamos a tener una gestión adecuada, recuperando y reciclando adecuadamente. Esto se puede hacer y ojalá que tengamos la oportunidad, pero los residuos sólidos urbanos son un pequeño porcentaje del problema general de residuos en nuestra sociedad. Se  trata apenas del tres o cuatro por ciento, el resto son residuos industriales, de construcción. Entra en juego la economía entera. Para actuar en todos esos ámbitos, para introducir modificaciones, se necesitan otras estructuras económicas, otra forma de funcionamiento. Hoy podemos dar algunos pasos, fuera del sistema dominante en el que estamos, pero sabemos que sin momentos de ruptura muy importantes, no podrán cambiar las cosas que de verdad tienen que hacerlo.

– Una y otra vez te refieres en el libro al credo del Mercado. Un credo que será necesario derrumbar. ¿No crees que su resquebrajamiento ya ha empezado?

–  Sin duda. De todas las cosas buenas que nos han pasado en estos últimos años es fundamental la apertura de los discursos públicos, a todos los niveles. En los últimos cuatro años, de repente nos hemos visto en el metro o en el autobús hablando entre nosotros del funcionamiento del mercado financiero, de la deuda pública, de los servicios sociales. Eso es nuevo y es positivo, claro que sí. Pero a su lado está, por ejemplo, el anulamiento de algunos sectores clave, entre ellos los medios de comunicación masivos, que obstaculiza que lleguemos a la verdad de los hechos. Los medios dependen más estrechamente de los grandes grupos económicos y eso también lo hemos visto en el mundo de la universidad y de la investigación científica. Se trata de sectores clave para una sociedad moderna y, sin embargo, cada vez son más dependientes del capital, para nuestra desgracia. La cosa se ha degradado tanto, y tan rápidamente, en tan solo treinta años, que su alcance se nos escapa. Lo que podemos hacer es intentar dar algunos pasos e ir creando condiciones para que haya movimientos mucho más organizados, masivos, conscientes, de gente que quiera transformar las cosas. Ese es el sentido fundamental que yo veo ahora mismo al esfuerzo que se está haciendo para intentar dar un giro importante hacia otra dirección en todas las áreas de la vida, también, por supuesto, en las instituciones que nos representan.

Construir alternativas, proyectos de cooperación, de participación 

Volver a recuperar conceptos como solidaridad, tan desprestigiados en las sociedades del lucro, esa es la idea con la que nos quedamos tras recorrer las páginas, las conclusiones, el compendio de lecturas al que nos acerca Jorge Riechmann en Autoconstrucción. Nos presenta, por ejemplo, la idea de Joaquim Sempere de construir espacios, sociedades más resistentes a los peligros que nos amenazan, y que el sociólogo denomina municipios en transición. Una experiencia a la que habrá que llegar tras entablar un combate cultural que someta a crítica el presente. Nos acerca a las teorías del decrecimiento que preconizan estilos de vida más frugales, que nos pueden seducir con la posibilidad de vidas más sencillas y locales. ¿Cómo convencernos de que el decrecimiento no implica menos bienestar, ni, por supuesto, menos felicidad? ¿Cómo recuperar el buen sentido de la palabra austeridad que tanto han desfigurado los neoliberales? ¿Queremos de verdad cambiar, autoconstruirnos? Son algunas de las preguntas que plantea el recorrido que nos propone Riechmann, un recorrido que nos induce a reflexionar, a luchar con nuestras propias contradicciones, resistencias e inconsistencias. He ahí su gran valor.
¿Podemos controlar la megamáquina capitalista, se pregunta el autor? “Si no podemos hacerlo, ¿se sigue de ello un retirarse a esperar la catástrofe, hacia la que avanzamos a toda velocidad? Por una parte, está la vieja posibilidad de poner palos en las ruedas, actualizada como echar arena entre los engranajes primero, y más recientemente como desconfigurar conexiones entre los circuitos (…) Por otra parte, subsiste la orientación general de fracasar mejor. El derrumbe de la Megamáquina será, lo sabemos, una espantosa tragedia: cabe trabajar por reducir en lo posible la inconcebible masa de sufrimiento, tanto el humano como el de las demás criaturas”, argumenta Riechmann, quien habla de comenzar ya a construir más botes salvavidas y a organizar las formas de cooperación solidaria que pueden reducir los costes del naufragio”. Catastrofismo, dirán algunos. Simplemente realismo, pensamos otros. Un realismo que nos lleva a visualizar en episodios de ciencia ficción cada vez más cercanos.
“Nos pierde / la codicia de los menos / la cobardía de los más / la irracionalidad de todos / falta lenguaje / falta decir / del horror que viene / Pero tú ya lo sabes: donde termina el reino de la mercancía / comienza la vida…”
Lo dice Riechmann de otro modo, a través de estos versos de su libro Poemas lisiados. El lenguaje de la poesía, La poesía, sí, capaz de tocar lo invisible, lo oculto, lo callado. La poesía como ventana de lucidez.

www.lecturassumergidas.com/, Madrid, España.

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jueves, 14 de mayo de 2015

Colombia y el momento constituyente

Una constitución es un pacto social fundado por el poder constituyente primario. Para que sea legítimo, en este deben converger los diferentes sectores de la sociedad, dando lugar a un acuerdo que permita la coexistencia de ellos; en él fijan sus aspiraciones económicas, políticas, sociales y culturales y se establecen mecanismos para que los derechos plasmados en dicha constitución sean garantizados a los ciudadanos.

Colombia es de los pocos países del hemisferio occidental que aún no termina de constituirse como nación y como república. Ha pasado de un siglo a otro sin resolver sus contradicciones fundamentales: del siglo XVIII al siglo XIX pasamos buscando nuestra libertad de la opresión española; del siglo XIX al siglo XX en una guerra civil denominada de los Mil Días y del siglo XX al siglo XXI tratando de resolver un conflicto social armado con más de cincuenta años de duración y con hondas raíces económicas, políticas y sociales.

La tradición constitucional nos enseña que éstas existen precisamente para dotar a la nación de instrumentos políticos y jurídicos que permitan prevenir y resolver todos estos conflictos. Hoy, cuando de nuevo nos aprestamos a que este largo conflicto se resuelva mediante una solución política dialogada, los cambios constitucionales se convierten en un imperativo ético y político.

Podrán algunos argumentar que una Constitución que no cumple un cuarto de siglo es aún muy joven y en eso pueden tener razón, pero no debemos olvidar que esta Constitución tiene un corazón socialdemócrata que mira hacia la izquierda en cuanto al enunciado de los derechos, pero un bolsillo dirigido hacia los intereses de la derecha haciéndola profundamente neoliberal. Situación agravada por el hecho de haber sido reformada cerca de 75 veces en los últimos veinte años mediante actos legislativos con los cuales se ha afianzado este modelo económico.

La necesidad de una asamblea constituyente que nos provea de un nuevo pacto social no resulta exclusivamente de los diálogos de paz que se realizan en La Habana, viene de la crisis económica, política, social e institucional que tiene a nuestro país como un estado inviable. Crisis estructural que se profundiza día a día y que los paliativos del Gobierno no logran conjurar.

Un país con un conflicto social armado de más de cincuenta años que el Gobierno quiere resolver sin realizar cambios que permitan remover sus causas no podrá alcanzar la paz; por el contrario, la pobreza, la corrupción administrativa, la falta de inclusión política, el marginamiento social, la violencia de todo tipo y unas instituciones incapaces de responder a las expectativas de los ciudadanos en salud, educación, empleo, vivienda, seguridad, etc., agregarán permanentemente nuevos elementos causales al conflicto.

En los últimos doce años, el establecimiento ha pretendido hacernos creer que es posible acabar con el conflicto social y armado sin generar los cambios económicos, políticos e institucionales requeridos para lograrlo. Para ello, emprendieron la guerra total en los ocho años del gobierno Uribe y, ante el fracaso de la estrategia de guerra, la oligarquía decidió emprender un diálogo de paz con la insurgencia de las FARC-EP, que a pesar de los obstáculos aún continua, y con el cual el establecimiento pretende obtener un sometimiento de las guerrillas sin generar cambios en el modelo económico y el sistema político.

En el reciente pasado fuimos testigos de un fracasado proceso de sometimiento a la Justicia de los grupos paramilitares que, posterior a la extradición de sus jefes, mutaron en cientos de pequeñas bandas que ejercen hoy el control sobre la economía ilegal del narcotráfico y sobre buena parte de la economía legal mediante el cobro de vacunas a cuanta actividad económica se desarrolla en muchas ciudades del país.

Pero el conflicto social armado, la violencia social y narcoparamilitar nos son los únicos problemas que enfrentamos los colombianos. Podemos decir sin equivocarnos que la crisis es mucho más profunda de lo que se cree y toca todos los estamentos del sistema.
La oligarquía que gobierna este país en beneficio del sistema financiero y las empresas transnacionales, maquilla las cifras sobre desempleo, ingresos y pobreza, tratando de mantener una gobernabilidad que cada vez es más precaria.

La mercantilización de la salud, la educación, la seguridad social y todos los servicios que debería prestar el Estado, la crisis en la justicia, la pérdida de credibilidad en los partidos políticos, el congreso, los órganos de control y las fuerzas armadas y de policía han conducido a un estado de descontento y movilización social permanente.

Son muchos los espacios creados por fuera de la institucionalidad que hoy no solo discuten la problemática del país sino que además buscan resolverla. En muchos de ellos el Estado ha sido remplazado de hecho en temas como seguridad, legislación, medio ambiente, convivencia, reforma agraria, reforma urbana, justicia y otros de similar importancia.

¿Cómo explicar que después de la expedición de una nueva constitución (1991), en donde se exponen ampliamente los derechos humanos de primera, segunda y tercera generación, se desate la más feroz persecución contra la oposición política y se entre de lleno a privatizar sin ninguna consideración los bienes y servicios públicos que estaban bajo la responsabilidad del Estado?

Lo que debería haberse logrado con la Constitución del 91 aún está por hacerse. La democracia participativa, la garantía de la aplicación de los derechos humanos, el desarrollo económico y social de las mayorías, el ordenamiento territorial, la descentralización política y administrativa con garantía de recursos, la protección del medio ambiente, el reconocimiento de los derechos de la mujer y la paz, son objetivos de toda sociedad que en nuestro caso están por alcanzarse.
Como podemos ver, los resultados que se previeron o se soñaron no se han cumplido y están sufriendo constantes reveses.
Ante la falta de voluntad de la clase dirigente para implementar los cambios, aparece, como reacción lógica, la resistencia al ejercicio abusivo del poder, bajo formas pacíficas o violentas, que adquieren mayor grado de profundidad de acuerdo con las herramientas represivas que se utilicen o con el grado de conciencia desarrollado en el seno de la sociedad.

Este conjunto de situaciones problemáticas, sumado a las diversas formas de resistencia y descontento que se presentan en diversos sectores de la sociedad y que han llevado al desconocimiento del Estado y sus instituciones, configuran, sin lugar a dudas, un momento constituyente. Se nota en muchas regiones y sectores sociales del país que la nación está tratando aún de constituirse, que las viejas formas del régimen político liberal-conservador que excluyen a las mayorías y el modelo económico generador de pobreza y explotación ya no son aceptados y se hace necesario reconstruir nuestra nación sobre bases nuevas.

Esas nuevas bases, por supuesto, no vendrán del poder constituido, pues éste representa una minoría oligárquica y parásita que desea mantener el statu quo en favor del cual legisla y ejecuta normas que solo favorecen sus propios intereses y los del capital transnacional.

Solo del poder constituyente primario podrán venir los cambios que nuestro pacto social requiere para superar la crisis que padecemos desde nuestra constitución como república en 1819.
Desatar ese poder constituyente para que se convierta en fuerza arrolladora debe ser una tarea de todos los demócratas y amantes de la paz. Urge avanzar en un proceso constituyente que comprometa todos los sectores y regiones de nuestro país, que discuta y apruebe el contenido de ese pacto social que nos funde y nos presente ante el mundo como una nación soberana, democrática y con justicia social. Una sociedad donde se erradiquen todas las discriminaciones, se destierren todas las formas de violencia contra la oposición y donde la paz sea, en verdad, el bien más preciado de todos los ciudadanos.

Necesitamos conformar ese grupo o movimiento de personas que pueda desatar ese poder. La mayoría de las anteriores reformas constitucionales fueron convocadas y realizadas por las élites políticas para favorecer intereses de una minoría, salvo la constituyente del 91 que fue impulsada por algunos sectores sociales y en cuya asamblea se permitió una tibia representación de sectores no oligárquicos; pero la nueva Constitución debe ser el resultado de la más amplia participación popular y corresponde al pueblo lograr su convocatoria.
Si el presente es de lucha, el futuro será socialista.
Húbert Ballesteros Gómez
Prisionero político. Cárcel Nacional La Picota, Pabellón de Alta Seguridad
Bogotá D.C., mayo, 2015
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domingo, 26 de abril de 2015

DE INVISIBILIDADES E IMBECILIDADES:


La política fascista del gobierno nacional ha tenido derrotas: La más reciente derrota fue la marcha del 9 de abril por la paz con justicia social, la Asamblea Nacional Constituyente y el cese bilateral de fuegos. La invisibilización de los medios de intoxicación sobre la multitudinaria manifestación los hace cómplices no solamente de vulneración de derechos elementales sobre información sino que aportan con el ocultamiento en un claro favoritismo en la guerra psicológica: el 10 de abril, se cumplía el mes en que Santos ordenó no bombardear campamentos de las FARC pero sí la continuación de operativos. Ante un país que no resuelve sus conflictos sociales, es un país desmemoriado, víctima de su propia auto-destrucción como diría el Libertador por la falta de educación que ha sido negada por la misma oligarquía que trunco el sueño revolucionario, hace más de 200 años. Los medios ocultan y la guerra continúa para sostener el atrasado capitalismo colombiano, sin que, supuestamente, “nadie se de cuenta de nada”.

Es menester desenmascarar los medios de intoxicación puesto que ellos son la correa de transmisión entre el gobierno burgués y el pueblo. De a pocos, al pueblo le queda claro que Santos ya no es el mediador sino que siempre prefiere doblegar a sus “enemigos” con la fuerza pública y luego posar de “amplio” ante los medios.

El ejemplo más alto de la serie de derrotas que le han traído desgaste y deslegitimación al actual gobierno, es la mesa de diálogos de la Habana, Cuba, la cual tuvo su mayor prueba de fuego cuando Santos pretendió patear el diálogo con la excusa de la retención del general Alzate, en diciembre de 2014… pero falló y la mesa se mantiene. De firmarse el cese del conflicto armado habrían grandes avances en los 6 puntos que se han negociado (tema tierras, participación política, democracia y garantías, víctimas, cultivos ilícitos, entre otros). Pero Santos cree que a una insurgencia de 50 años, que no le pudo arrebatar las armas con un ejército desmesurado, ahora lo va hacer a punta de palabra. La contradicción no se encuentra del lado insurgente sino sobre el gobierno como representante de una parte de la oligarquía en la mesa de la Habana. La contradicción es que esa élite hable de paz. La oligarquía colombiana siempre ha usado primero la guerra que la palabra y si hoy está, el gobierno, aún sentado en Cuba, es porque no pudo derrotar la insurgencia, el pueblo se politiza cada vez más y el aislamiento estadounidense por el bloqueo a Cuba y sus acciones en América Latina, no le permiten levantarse de la mesa, ni mucho menos ahora, después de la gran movilización del 9 de abril. Las elecciones de octubre sobre alcaldes y gobernadores tendrán gran peso sobre crear planes alternativos que construyan la paz con justicia social o el continuismo del bolillo y luego la pose mediática santista.

Derrotas que ocultan los medios durante el gobierno Santos, podríamos nombrar unas cuantas: la ley ciudadana se vino abajo a pesar de su componente fascista de dar cárcel hasta por 8 años a quienes generen bloqueos  en calles y carreteras. Igualmente, se cae la careta mediática tanto para la ultra-derecha que con sus diferentes formas de presionar al presidente, demuestra que la “Unidad Nacional” no es cierta, ni siquiera dentro de la misma oligarquía. No se nos olvide que el paro agrario de 2013 tumbó a 5 ministros. Su llama de solidaridad y efervescencia se debe volver a irradiar con las luchas secundaristas y universitarias, en estas últimas, manteniendo lo positivo de la MANE de 2011 y aislar lo que  la llevó a inactivismo, puesto que desde este escenario se le dio un contundente golpe a la pretensiones privatizadoras del actual gobierno al querer incorporar el ánimo de lucro a la educación (como si esta fuese muy barata en el país).

El ejecutivo y los grandes medios han negado el paro minero, de transportadores, estudiantes, trabajadores de la salud, en enero de este año el de los profesores y, actualmente, el de la USO y el de los transportadores, los cuales son invisibilizados por los medios de intoxicación. El gobierno nacional y distrital han llamado “vándalos” a los manifestantes de Bogotá, sin identificar los causantes de tales actos. Muchas de las movilizaciones que entran en confrontación, la mayoría de personas lo hacen para defenderse de la fuerza pública que siempre llega con su monólogo de darse un festín de bolillo, como lo suele hacer los primeros de mayo y en cada movilización social. Pero las derrotas políticas continuarán, aún más porque el país entró en recesión económica y no le espera de otra que anexarse a la crisis capitalista mundial, la cual la habían capoteando vendiendo nuestros recursos estratégicos, los cuales son otro tema que ocultan los mass media, quienes son los verdaderos imbéciles de toda esta parafernalia: El marxismo- leninismo enseña sobre la lucha de clases, donde la crítica a la economía política (junto con el análisis político e ideológico de la correlación de fuerzas entre clases) permite hacer lecturas científicas sobre la sociedad, por lo que no es difícil “predecir” que los 3 años que le restan a Santos es el de un gobierno en caída libre, así lo oculten los medios.

¡QUE VIVA LA LUCHA POR ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE!

¡QUE VIVA LA SOLUCIÓN  POLÍTICA AL CONFLICTO SOCIAL!

¡EXIJAMOS UN CESE BILATERAL AL FUEGO!

¡EXIJAMOS PAZ CON JUSTICIA SOCIAL!

¡ARRIBA LA III MARCHA NACIONAL SECUNDARISTA!

¡ARRIBA LA LUCHA UNIVERSITARIA Y POPULAR!

¡LIBERTAD A LOS PRES@S POLÍTIC@S!

¡LIBERTAD A HUBER BALLESTEROS Y DAVID RABELO!

¡VENCEREMOS!

sábado, 25 de abril de 2015

entrevista del sociólogo colombiano Alfredo Molano sobre lo acontecido en el Cauca


 El sociólogo, escritor, periodista e integrante de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, Alfredo Molano, analiza los últimos acontecimientos en el marco del conflicto armado en Colombia, concretamente el sucedido en el municipio de Buenos Aires en Cauca, en el que murieron 11 integrantes de las Fuerzas Militares, 1 integrante de las FARC y cerca de 20 militares resultaron heridos.

Contagio Radio: ¿Esto ha pasado en otros procesos de conversación de paz?


Alfredo Molano: Si, yo pienso que es un formato que ha venido utilizándose en casi todos los procesos de paz. Yo recuerdo que los acuerdos de la Uribe fueron terminados, durante el gobierno de Barco, cuando un batallón de ingenieros entró a un sitio en el Caquetá y fueron atacados por la guerrilla, el argumento del ejército era que estaban haciendo una carretera, una carretera cuando había tregua, cuando se veían algunas soluciones a lo lejos. Lo mismo sucedió después en lo del Caguan, un extraño – insólito digamos un poco- secuestro de un Senador condujo a Pastrana a acabar con ese otro intento, y ahora me parece que se repite el guion, que es lo más preocupante, porque eso significa que dentro del gobierno hay enemigos, ya no del lado de la paz, sino actuantes.


CR: En el contexto actual de estas conversaciones, en el proceso de estas conversaciones, con el respaldo del 9 abril, podría suceder lo mismo que en otros procesos que usted menciona?, es decir, ¿se pueden romper?


AM: Yo y muchos colombianos tenemos la esperanza de que no se rompa, es decir, que sea un momento difícil pero que la situación se supere, así como se superó cuando secuestraron al general en el Chocó, es decir, ya se ha andado mucho para que por estos hechos se caiga el proceso. Yo no creo que sea irreversible lo que se ha andado, pero me parece que tiene suficiente fuerza hoy día, lo que se ha acordado y lo que se está acordando para superar este lamentable hecho de guerra.

CR: Otra hipótesis que se está manejando es que se está haciendo presión a las FARC para que avancen las negociaciones con mayor rapidez ¿podría ser esa la intensión del gobierno?

AM: El gobierno quiere presentarse a las elecciones con la bandera de los acuerdos logrados con las FARC, pero las FARC tienen otro tiempo, las FARC están pensando en un acuerdo de más largo plazo, más profundo y a mí me parece que dadas las distancias que hay entre las partes, no son fáciles de lograr. El tema justicia es el tema cárcel, es el tema extradición, y la dejación de armas es un proceso largo que naturalmente no es un acto sino un proceso que puede implicar un juego de garantías de contrapartes, entonces tampoco es que sea una cosa rápida de hacer.



Así que lo que es realmente para mi insólito es que hay 50 hombres del ejército, durmiendo en un polideportivo, sin postas, porque si hay postas no puede haber un ataque de semejante magnitud y sin apoyo de la aviación, que es lo que pasó hoy frente a las instalaciones de la brigada en Cali, con los familiares protestando seguramente porque los soldados estuvieron huérfanos del apoyo del ejército o de la fuerza aérea por los menos, entonces uno se pregunta ¿de qué se trata este hecho? repito, de guerra y muy lamentable.

CR: Ayer Pablo Catatumbo, denunciaba que este hecho podría presentarse en otros lugares del país. ¿Si estos hechos vuelven a suceder, podría darse al traste con lo que va avanzado del proceso de paz?


AM: De parte de la guerrilla el objetivo es, a mi manera de ver, lograr una tregua bilateral con el fin de que lo que suceda en Colombia no afecte lo que se desarrolla en la Habana, pero al mismo el gobierno lo que quiere es presionar un acuerdo rápido de paz, o un acuerdo antes de las elecciones de Octubre. Entonces son estrategias que van en contravía, pero de todas maneras yo espero, deseo fervientemente, que el proceso, pese a todo, se mantenga.


CR: ¿Es reversible la decisión del presidente Santos de reanudar los bombardeos?

AM: Pues con cabeza fría de las dos partes yo creo que es reversible, creo que es una decisión que se tomó en un momento oportuno y que volverá a tomarse en el caso de que las aguas bajen como es urgente. Porque fíjese usted, el hecho de que no haya una tregua unilateral habiendo negociaciones implica directamente que los hechos de guerra en Colombia tengan repercusiones en la Habana y además se manejen esos hechos de guerra como formas de impulsar en determinadas direcciones o acuerdos. Por lo tanto creo que es necesario que el país además de manifestarse en contra de la guerra, como se está haciendo, exija una tregua bilateral para impedir que lo que aquí sucede vaya erosionando lo que en la Habana se acuerde.

CR: Otros analistas dicen que los medios son carboneros de la guerra ¿usted qué piensa del manejo que le han dado los medios y qué debería hacerse para que los empresarios o el gobierno vayan ambientando la paz?

AM: A mí me parece un manejo muy irresponsable que han hecho los medios, pero es casi un dispositivo que se venía preparando frente a cualquier acción, es algo que se tiene ya calculado, ese salto que pegan, esa manera como desfiguran, como no analizan, como impiden el conocimiento y el análisis de los hechos, van juzgando y van sancionando y van, naturalmente, limitando las posibilidades de la negociación. Es que el fuelle que está dando, con franqueza, Uribe, echándole más fuego a la candela, más combustible a la candela, es muy peligroso, y esos medios que son bastanteamarillosos y que tienen compromisos políticos, pues naturalmente que terminan haciendo lo que hacen.



LIBERTAD A LOS 9500 PRES@S POLÍTIC@S EN COLOMBIA



SI A LA ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE



SI A LA PAZ CON JUSTICIA SOCIAL



SI A LA SOLUCIÓN POLÍTICA AL CONFLICTO SOCIAL



SÍ AL CESE BILATERAL DE FUEGOS