lunes, 9 de noviembre de 2015

Pequeño acercamiento a los modelos público-comunales en el contexto colombiano: los Acueductos Comunitarios.

En este caso particular quiero destacar la relación que han construido en torno a la naturaleza, específicamente al agua como una de sus mayores expresiones, distintas colectividades humanas relacionadas entre sí, no solo por sus posibles vínculos culturales y productivos, sino por sus procesos de resistencia frente a las prácticas y discursos propios del capitalismo. Señalaré brevemente como muchas comunidades de base en Colombia, concretamente campesinos e indígenas, han gestionado y materializado un manejo comunitario y democrático del agua, en contraposición al modelo de gestión privada que a partir de los noventa, con la imposición del neoliberalismo, ha sido difundido por las instituciones oficiales de la nación colombiana, subordinadas a las políticas corporativas internacionales.

Es indudable que vivimos en tiempos de crisis. Específicamente la crisis del modelo civilizatorio capitalista que permanentemente ha buscado la homogenización de las sociedades y las naturalezas1, según ciertos principios y prácticas particularmente modernas, tales como: 1) el encubrimiento del otro a partir del silenciamiento sistemático de conocimientos y culturas no occidentales, 2) la configuración de estrategias y conocimientos particulares, producto de la experiencia del encubrimiento moderno sobre las comunidades y pueblos locales, y 3) la división y mercantilización de la naturaleza y las relaciones sociales según principios utilitaristas e individualistas. Principios y prácticas que han negado históricamente la posibilidad de pensar, sentir y construir nociones de sociedad y “naturaleza” ajenas a la proyectada por la hegemonía capitalista.
Ahora bien, a pesar de las estrategias de ocupación y control territorial y social moderno/capitalistas, existen expresiones y procesos locales, regionales y nacionales donde perviven prácticas, sentidos y conocimientos que se resisten a ser encubiertos por los principios de acumulación, mercantilización y privatización.
Aunque existen diversas acepciones sobre el agua, que dependen de cada cultura y modos específicos de organización política, vivimos en un sistema social donde se ha impuesto y legitimado la concepción moderno/capitalista que define al agua como recurso natural, lo que significa que tenga un carácter transable e intercambiable por valores económicos, a pesar que la resolución64/292 de 2010 declara a este líquido como derecho humano. No obstante es una definición que convive cotidianamente con otras formas de apropiación que han resistido históricamente, las cuales se niegan a desaparecer.
Es el caso, por ejemplo, de las culturas originarias, que consideran al agua como algo sagrado, vinculado al origen y la preservación de la vida, y cuyo uso ha estado mediado por relatos que

configuraron su significación en términos eminentemente religiosos, reconociéndola como algo sagrado y, por lo tanto, como objeto de veneración y culto.


Por otro lado, cercana a esta concepción, encontramos propuestas de comunidades de base para quienes el agua es parte integral de la naturaleza, además de ser un derecho común inalienable, cuyo uso y manejo debe ser comunitario y democrático. Pero que corre el riesgo de desaparecer debido al control que ejercen actores privados y corporativos auspiciados por el Estado colombiano.


Una mirada local: manejo público-comunitario del agua.


Consecuencia del abandono estatal que sufren cientos de comunidades urbanas y rurales en toda Colombia, muchas han sobrevivido históricamente gracias a su capacidad de agenciamiento, empoderamiento y autodeterminación, construyendo vidas dignas al margen de los parámetros impuestos por el capitalismo. Entre muchas de las estrategias locales para garantizar un mínimo de existencia, hay que destacar los procesos que de forma organizada y solidaria han emprendido estas comunidades para el abastecimiento y uso del agua.
Según datos de La Súper Intendencia de Servicios Públicos Domiciliarios, se calcula que existen en el país alrededor de 12.000 pequeños prestadores del servicio de agua, la mayoría en zonas rurales, bajo la figura de Acueductos Comunitarios.

A modo de contextualización, los acueductos comunitarios son construcciones populares descentralizadas en torno a la gestión y uso del agua, que se han construido según procesos históricos, culturales, sociales y económicos locales, que controvierten las formas de apropiación y distribución de los sistemas urbanos a gran escala, regulados por entidades públicas o privadas fuera del alcance de decisión de sus usuarios. Donde la mayoría de vínculos entre estos y quienes los administran se circunscribe al pago mensual de la factura.


Al ser construcciones populares descentralizadas, los Acueductos comunitarios no son construcciones homogéneas. Por el contrario dependen de las características geográficas de los territorios donde se sitúan y de las trayectorias históricas y sociales de quienes los construyen. Por ello estas propuestas dependen, en gran medida, de las dinámicas territoriales que han dado lugar a la gestión del agua como estrategia de autonomía territorial. Mecanismo para suplir las obligaciones incumplidas del Estado colombiano, que con la apertura neoliberal, montó un conjunto de políticas de aguas que favorecieron la inversión privada y el control trasnacional de los territorios.
Entre los principios que rigen este modelo comunitario se debe destaca la protección y cuidado de los territorios. Sin estos no sería posible su existencia y aprovechamiento para la reproducción de la vida. Pues el agua no nace del grifo al girar la llave, como erróneamente muchos en las ciudades creen. Por el contrario nace en las altas montañas, en los páramos y glaciares, amenazados por el modelo corporativo y extractivo neoliberal.

La relación de solidaridad y reciprocidad es otra condición de este modelo de gestión del agua. Su valor no está determinado por su mercantilización a través de la privatización. Por el contario está dado por sus sentidos y valores según las comunidades y los esfuerzos colectivos por garantizar su distribución equitativa a toda la comunidad. El pago que cada usuario haga del servicio que el acueducto presta, se define en asamblea popular y su destino no es otro que garantizar su mantenimiento y buen funcionamiento. No la acumulación y beneficios económicos individuales.

Es importante estos modelos de gestión del agua, pues controvierte la forma como históricamente el Estado ha pensado los mecanismos de administración y distribución del agua; de forma utilitarista y monopólica. Por el contrario re-significa el valor de lo público y lo comunitario, no mediada por relaciones exclusivamente económicas, demostrando la capacidad de los pueblos de auto-gestionarse sus propios modelos de vida y sociedad. Además de plantear la pregunta de si el Estado es el único capaz de garantizar los derechos públicos de la sociedad.

Es por lo tanto necesario el desarrollo de apuestas que contribuyan en la legitimación de estos modelos público-comunales, a través de herramientas técnicas y normativas que respalden las justas luchas por el agua como un bien común, además de procesos de educación popular ambiental que generen intercambio de experiencias según las condiciones sociales y territoriales donde se levantan estos modelos populares.
texto a ocultar