Pequeño acercamiento a los modelos público-comunales en el contexto colombiano: los Acueductos Comunitarios.
En este caso particular quiero destacar la relación que han construido en torno a la naturaleza, específicamente al agua como una de sus mayores expresiones, distintas colectividades humanas relacionadas entre sí, no solo por sus posibles vínculos culturales y productivos, sino por sus procesos de resistencia frente a las prácticas y discursos propios del capitalismo. Señalaré brevemente como muchas comunidades de base en Colombia, concretamente campesinos e indígenas, han gestionado y materializado un manejo comunitario y democrático del agua, en contraposición al modelo de gestión privada que a partir de los noventa, con la imposición del neoliberalismo, ha sido difundido por las instituciones oficiales de la nación colombiana, subordinadas a las políticas corporativas internacionales.
Es indudable que vivimos en tiempos de crisis. Específicamente la crisis del modelo civilizatorio capitalista que permanentemente ha buscado la homogenización de las sociedades y las naturalezas1, según ciertos principios y prácticas particularmente modernas, tales como: 1) el encubrimiento del otro a partir del silenciamiento sistemático de conocimientos y culturas no occidentales, 2) la configuración de estrategias y conocimientos particulares, producto de la experiencia del encubrimiento moderno sobre las comunidades y pueblos locales, y 3) la división y mercantilización de la naturaleza y las relaciones sociales según principios utilitaristas e individualistas. Principios y prácticas que han negado históricamente la posibilidad de pensar, sentir y construir nociones de sociedad y “naturaleza” ajenas a la proyectada por la hegemonía capitalista.
Ahora bien, a pesar de las estrategias de ocupación y control territorial y social moderno/capitalistas, existen expresiones y procesos locales, regionales y nacionales donde perviven prácticas, sentidos y conocimientos que se resisten a ser encubiertos por los principios de acumulación, mercantilización y privatización.
Aunque existen diversas acepciones sobre el agua, que dependen de cada cultura y modos específicos de organización política, vivimos en un sistema social donde se ha impuesto y legitimado la concepción moderno/capitalista que define al agua como recurso natural, lo que significa que tenga un carácter transable e intercambiable por valores económicos, a pesar que la resolución64/292 de 2010 declara a este líquido como derecho humano. No obstante es una definición que convive cotidianamente con otras formas de apropiación que han resistido históricamente, las cuales se niegan a desaparecer.
Es el caso, por ejemplo, de las culturas originarias, que consideran al agua como algo sagrado, vinculado al origen y la preservación de la vida, y cuyo uso ha estado mediado por relatos que
configuraron su significación en términos eminentemente religiosos, reconociéndola como algo sagrado y, por lo tanto, como objeto de veneración y culto.
Por otro lado, cercana a esta concepción, encontramos propuestas de comunidades de base para quienes el agua es parte integral de la naturaleza, además de ser un derecho común inalienable, cuyo uso y manejo debe ser comunitario y democrático. Pero que corre el riesgo de desaparecer debido al control que ejercen actores privados y corporativos auspiciados por el Estado colombiano.
Una mirada local: manejo público-comunitario del agua.
Consecuencia del abandono estatal que sufren cientos de comunidades urbanas y rurales en toda Colombia, muchas han sobrevivido históricamente gracias a su capacidad de agenciamiento, empoderamiento y autodeterminación, construyendo vidas dignas al margen de los parámetros impuestos por el capitalismo. Entre muchas de las estrategias locales para garantizar un mínimo de existencia, hay que destacar los procesos que de forma organizada y solidaria han emprendido estas comunidades para el abastecimiento y uso del agua.
Según datos de La Súper Intendencia de Servicios Públicos Domiciliarios, se calcula que existen en el país alrededor de 12.000 pequeños prestadores del servicio de agua, la mayoría en zonas rurales, bajo la figura de Acueductos Comunitarios.
A modo de contextualización, los acueductos comunitarios son construcciones populares descentralizadas en torno a la gestión y uso del agua, que se han construido según procesos históricos, culturales, sociales y económicos locales, que controvierten las formas de apropiación y distribución de los sistemas urbanos a gran escala, regulados por entidades públicas o privadas fuera del alcance de decisión de sus usuarios. Donde la mayoría de vínculos entre estos y quienes los administran se circunscribe al pago mensual de la factura.
Al ser construcciones populares descentralizadas, los Acueductos comunitarios no son construcciones homogéneas. Por el contrario dependen de las características geográficas de los territorios donde se sitúan y de las trayectorias históricas y sociales de quienes los construyen. Por ello estas propuestas dependen, en gran medida, de las dinámicas territoriales que han dado lugar a la gestión del agua como estrategia de autonomía territorial. Mecanismo para suplir las obligaciones incumplidas del Estado colombiano, que con la apertura neoliberal, montó un conjunto de políticas de aguas que favorecieron la inversión privada y el control trasnacional de los territorios.
Entre los principios que rigen este modelo comunitario se debe destaca la protección y cuidado de los territorios. Sin estos no sería posible su existencia y aprovechamiento para la reproducción de la vida. Pues el agua no nace del grifo al girar la llave, como erróneamente muchos en las ciudades creen. Por el contrario nace en las altas montañas, en los páramos y glaciares, amenazados por el modelo corporativo y extractivo neoliberal.
La relación de solidaridad y reciprocidad es otra condición de este modelo de gestión del agua. Su valor no está determinado por su mercantilización a través de la privatización. Por el contario está dado por sus sentidos y valores según las comunidades y los esfuerzos colectivos por garantizar su distribución equitativa a toda la comunidad. El pago que cada usuario haga del servicio que el acueducto presta, se define en asamblea popular y su destino no es otro que garantizar su mantenimiento y buen funcionamiento. No la acumulación y beneficios económicos individuales.
Es importante estos modelos de gestión del agua, pues controvierte la forma como históricamente el Estado ha pensado los mecanismos de administración y distribución del agua; de forma utilitarista y monopólica. Por el contrario re-significa el valor de lo público y lo comunitario, no mediada por relaciones exclusivamente económicas, demostrando la capacidad de los pueblos de auto-gestionarse sus propios modelos de vida y sociedad. Además de plantear la pregunta de si el Estado es el único capaz de garantizar los derechos públicos de la sociedad.
Es por lo tanto necesario el desarrollo de apuestas que contribuyan en la legitimación de estos modelos público-comunales, a través de herramientas técnicas y normativas que respalden las justas luchas por el agua como un bien común, además de procesos de educación popular ambiental que generen intercambio de experiencias según las condiciones sociales y territoriales donde se levantan estos modelos populares. 
lunes, 9 de noviembre de 2015
sábado, 3 de octubre de 2015
 ANÁLISIS DE COYUNTURA 
Nuevamente, para proteger sus intereses económicos en las posiciones estratégicas en donde Estados Unidos ya se ha ubicado militarmente, continua su ofensiva guerrerista en el este Asiático y el medio oriente, en donde actualmente se presentan enfrentamientos armados; por una parte, en Ucrania, que involucra la participación de los imperialistas norteamericanos a través de sus mercenarios, los cuales alcanzaron a cooptar seguidores neonazis en ese país; pero su nueva aventura militar se estrelló contra quienes se oponen a la pérdida de su soberanía con dignidad por medio de la resistencia armada, al no quedar otra alternativa a este intento de invasión militar. Así mismo, continúan los criminales ataques de Israel contra la población civil del pueblo palestino, en medio de un vergonzoso silencio ante estos hechos por parte de Europa y gran parte de occidente.
También se han intensificado los combates en Siria, en donde murieron un estimado de 5.340 personas a lo largo del pasado mes de julio como consecuencia de un conflicto que ha ocasionado más de 170.000 muertos desde el inicio de los combates en marzo de 2011.
En lo que respecta a América Latina y el Caribe, se amplió el déficit fiscal en el promedio regional; la región experimentó un tercer año consecutivo de desaceleración del crecimiento económico, mientras se registran repuntes en la inflación. Durante los meses transcurridos de 2014, los índices de actividad de países como Estados Unidos, Reino Unido, Corea del sur, Alemania y varios otros de la zona del euro, mostraron signos de una moderada aceleración del crecimiento; sin embargo, las estimaciones de las autoridades monetarias en sus balances preliminares, aunque pretenden enviar mensajes de aliento para recuperar la confianza inversionista, no proporcionan buenas noticias para el pueblo trabajador, ya que se especula un bajo dinamismo de la demanda laboral, ocasionando una atenuación de los incrementos de los salarios nominales, lo que sumado a cierto aumento de la inflación como se espera, resultaría en un crecimiento menor de los salarios reales en comparación con 2013.
Es bien sabido que a partir del triunfo de la Revolución, en Cuba, la actividad deportiva experimentó un giro total, viéndose en la actividad física la recreación y la práctica masiva como legítimo derecho del pueblo; y en el marco del mundial de futbol, que este año se realizó en Brasil,- (por supuesto, cabe resaltar la destacado desempeño de los futbolistas colombianos).- Fidel Castro, el líder de la Revolución Cubana, envió una carta al ex futbolista (el cual afirma que sus héroes son Fidel y el Che Guevara) Diego Armando Maradona, quien dirigía el programa transmitido por la cadena televisiva de Telesur y que llevaba por nombre: “De zurda”; Apartes de esta son: “No creo posible, le dice a Maradona, una educación adecuada para los jóvenes de cualquier país, en el deporte y en el caso especial de los varones, sin incluir el fútbol.”... “Por supuesto, Diego, nunca olvidaré el apoyo y la amistad que brindaste siempre al líder bolivariano Hugo Chávez, felicito a los excelentes y prestigiosos futbolistas de nuestra América.”.
De otro lado, pese a los históricamente elevados niveles de abstencionismo en el país, y con la certeza de la falta de convicción en el voto que depositan los electores, que incluyen a gran parte de aquellos que aun conservan antiguas lealtades políticas de los partidos tradicionales, Colombia tiene nuevo presidente reelecto, que irónicamente busca en este nuevo mandato acabar la posibilidad de que un próximo presidente logre hacer lo mismo, al tiempo que el nuevo congreso se prepara para la pugna política entre el polo democrático y los diferentes intereses de clase representados por la mafia burguesa del narco-paramilitarismo presente en el bautizado “centro democrático”, y la burguesía mafiosa que hacen parte del partido de la u, obediente de quienes manejan el capital financiero a nivel global, ambos bandos históricamente (y sin deseos de hacer lo contrario) genuflexos a la rancia ambición imperialista norteamericana.
No obstante, ante las penurias a las que continúan sometidos(as) millones de colombianos debido a este vetusto sistema, las formalidades de un crecimiento estadístico del PIB resultan poco alentadoras, puesto que lo único que esto evidencia es la inequidad en términos de la distribución de los recursos al continuar concentrada la riqueza en pocas manos.
Las cifras que revela el Dane para que soporten los fabulosos avances que pregona Juan Manuel Santos, no son más que construcciones amañadas que van de la mano con la delirante especulación de los economistas que hacen parte de su gobierno, que pese al optimismo presente en sus estimaciones en cuanto al crecimiento económico, ponen de manifiesto su intención de tranquilizar al gran capital, a los poderosos propietarios de tierras, a los inversionistas, a las fuerzas armadas, a la ultraderecha que ataca su gobierno, recurriendo a la generación de eufemismos con el objeto de convertir en futuros “retos” las deficiencias de su plan de desarrollo, y así disfrazar la incapacidad de el modelo económico neoliberal para separar a su siamesa preocupación por el desempeño de la industria en un país que gobernantes subordinados a las políticas impuestas por el gran capital transnacional, se han encargado de desindustrializar, conllevando a el problema del desempleo, subempleo y precariedad en el empleo, necesariamente propio de este modo de producción para su funcionamiento.
Anexo a lo anterior, el establecimiento político saca provecho del control que posee sobre los medios de comunicación, y anuncian los datos que arrojan los estudios económicos del Dane, los cuales mientras concluyen que el principal impulso al crecimiento provino del sector de la construcción (que aumentó 17 por ciento, debido a las obras civiles y a las edificaciones privadas), el Departamento Nacional de Planeación (con el respaldo de la cámara colombiana de infraestructura) indican que para continuar con el crecimiento del PIB, se requiere una mayor inversión en vivienda y los proyectos ejecutados con el Sistema General de regalías; de lo que se deduce se lucrarán con el presupuesto de la nación los empresarios vinculados al negocio de la construcción que dirige el recién nombrado vicepresidente por santos, junto con su aliado de clase el ministro de vivienda, a la vez que continuarán impulsando la locomotora minero energética pese a los irreparables daños ocasionados por esta al medioambiente a lo largo y ancho del territorio nacional.
Para este cuatrienio, Santos intenta deslindarse del modelo neoliberal de economía, recurriendo al expediente de la Tercera Vía, que es también considerada sólo una variante frustrada del mismo neoliberalismo; aplicada a un país que el mismo modelo se encarga de mantener lejos de permitir su consolidación económica y con esto asegurar su dependencia a las órdenes impartidas por el FMI y el BC , pues ante todo no sería de conveniencia para los intereses expansionistas de los norteamericanos que en su despreciable empeño por mantener sumisas y divididas a las repúblicas del centro y sur de América, ha invadido su soberanía tomando posiciones estratégicas a través de la instalación de bases militares, ignorando el total rechazo de los pueblos que con dignidad se oponen a la actitud temerosa y entreguista de gobernantes traidores a los sueños y valores más nobles de quienes ofrendaron su vida conquistando las primeras independencias, por un bien mayor para Nuestra América.
En las últimas emisiones noticiosas de los monopolizados medios de comunicación, han hecho hincapié en las amenazas de Santos, quien ha anunciado que los ataques a la infraestructura realizados por las FARC, pone en alto riesgo la estabilidad de los diálogos de paz en la Habana; siendo esto muestra de su hipocresía, al ser él quien se ha negado desde el inicio de las conversaciones a dialogar en medio de un cese al fuego bilateral, y por supuesto, sacar provecho mediático (tanto él como su ministro de defensa), en su intento por engañar a la opinión pública, acusando a los insurgentes de no tener voluntad política, apelando a un lenguaje tendencioso para tergiversar el significado de la contundente respuesta de la insurgencia frente a los bombardeos indiscriminados contra la población civil, que realiza el ejército y la fuerza aérea, y que tanto ocultan los medios de comunicación del régimen cuando para descontento de los mismos en sus frustrados deseos de anunciar bajas en las filas de la guerrilla, dichos bombardeos sólo resultan en la grave afectación a la vida de humildes campesinos y del medio ambiente.
Ante el progresivo aumento de la movilización popular que ha manifestado su inconformismo con el mal gobierno, y que ha demostrado su capacidad de construir alternativas de autogobierno, la élite acomodada que se ha repartido el poder desde que por medio de la traición Santander usurpó la presidencia de la República, se encuentra temerosa de perder los privilegios a los que han estado acostumbrados, debido a un eventual acuerdo de paz con las FARC-EP, y que con esto, el resto de colombianos deseche la desinformación mediática que mantiene ignorantes de la verdad histórica del país y la difamación dirigida a deslegitimar la búsqueda de la paz con justicia social que ha propuesto esa guerrilla desde su conformación, y se unan a su nueva propuesta de país, resultando esto en la confirmación de la derrota política del ilegítimo establecimiento político de más de 180 años. Sin embargo, no es sólo la paz lo que asusta a quienes se han enriquecido burlando las leyes a su conveniencia y engañando a sus electores, ya que la incapacidad demostrada históricamente para vencer a la insurgencia a través de las armas les causa tanto miedo, que no se atreven a iniciar una ofensiva armada sin el apoyo económico, tecnológico y militar de los norteamericanos, de ahí que con la venia de Santos continúen enviando mercenarios a las bases militares que arrebatan la soberanía colombiana.
Frente al actual panorama, corresponde a todos los colombianos comprometidos con el cambio social, aportar y respaldar la transformación estructural de un nuevo país, a través de la elevación de su conciencia, que permita fortalecer la movilización popular y conlleve a la realización de la Asamblea Nacional Constituyente, como un nuevo pacto social para la paz; a la represión desatada por la clase dominante únicamente los movimientos populares unidos lograremos derrotarla, abriéndonos paso a la consecución de la segunda y definitiva independencia.
POR EL DESMONTE DEL ESMAD: ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE Y PARO NACIONAL. 
LIBERTAD A HUBER BALLESTEROS, DAVID RABELO, ESMER MONTILLA Y MÁS DE 9500 PRES@S POLÍTIC@S Y DE CONCIENCIA: ¡A LAS CALLES! 
CYB 6 AÑOS   
sábado, 20 de junio de 2015
“El síntoma se denomina calentamiento climático, pero la enfermedad se llama capitalismo”
Por Emma Rodríguez  / Letras Sumergidas   
Consumimos el planeta como si no hubiera un mañana
  
www.lecturassumergidas.com/, Madrid, España.
 
Entrevista con el filósofo español, profesor universitario y 
activista ecológico, Jorge Riechmann, quien afirma que “estamos 
consumiendo el planeta como si no hubiera un mañana”; que “lo que hace 
falta son transformaciones estructurales profundas, casi 
revolucionarias”.
Denomina Jorge Riechmann al siglo XXI como “el siglo de la gran 
prueba” o como “la era de los límites”. Nos dice que “estamos 
consumiendo el planeta como si no hubiera un mañana”; que “lo que hace 
falta son transformaciones estructurales profundas, casi 
revolucionarias” y que ya no podemos confiar en que será la generación 
de nuestros nietos la que las lleve a cabo, porque estamos en “tiempo de
 descuento”.
Todo esto nos lo cuenta en Autoconstrucción, uno de esos libros que 
funcionan como un aldabonazo en las conciencias, que sacuden el letargo y
 conducen a plantear la gran pregunta: ¿Estamos aún a tiempo de salvar 
el planeta? Es un interrogante que el propio autor abre una y otra vez 
en en el recorrido de un ensayo esclarecedor que nos invita a tomar 
conciencia de la urgencia de la lucha ecológica, de la necesidad de 
avanzar lo más suavemente que se pueda hacia sociedades de la sobriedad,
 de la contención, de otro tipo de realizaciones y plenitudes no 
asociadas a la adquisición constante de pertenencias, de propiedades, de
 productos de consumo.
Profesor titular de Filosofía Moral en la Universidad Autónoma de 
Madrid, traductor, poeta, ensayista, miembro de Ecologistas en Acción y 
desde hace poco del Consejo Ciudadano de Podemos, Riechmann va 
desgranando un buen puñado de verdades, de reflexiones incómodas, pero 
absolutamente necesarias, en esta Autoconstrucción, subtitulada La 
transformación cultural que necesitamos, que nos anima a pensarlo todo 
de otra manera, a encontrar nuevas palabras, nuevos vínculos, nuevas 
imágenes para situarnos frente a un presente de resquebrajamientos y de 
oportunidades de cambio. “Jamás se había hablado tanto sobre las 
desigualdades sociales, jamás se había hecho tan poco para reducirlas… 
Nunca se había hablado tanto los daños ecológicos, y nunca se ha hecho 
tan poco para delimitarlos”, leemos muy al comienzo de un libro que 
traza un magnífico diagnóstico de dónde estamos y hacia dónde podemos 
dirigirnos.
El autor es consciente de que el pesimismo no está de moda, de que el
 continuo estímulo del pensamiento positivo se puede llegar a convertir 
en una conveniente cortina de humo, de que a muchos se les llena la boca
 con la palabra “buenismo” para definir cualquier propósito de 
solidaridad, de compasión, de cooperación, de igualdad, de que los 
ecologistas son vistos en muchas ocasiones como catastrofistas y 
agoreros dispuestos en todo momento a chafar una fiesta en la que muchos
 siguen pasándolo bien, a costa de mayorías cada vez más empobrecidas e 
indefensas. Todo parece estar en contra, pero no cabe la resignación, la
 no resistencia. “Hay esencialmente dos opciones político-morales. La de
 quienes desean un mundo de amos y esclavos, por una parte; y la de 
quienes luchan por un mundo de iguales. Al poder del dinero y de las 
armas, el segundo grupo solamente puede oponer la fuerza de la 
organización”, abre Riechmann un cauce de futuro.
No deja de haber autocrítica en el trayecto y tampoco falta el 
realismo, grandes dosis de realismo que parten de la constatación de las
 dificultades, de los enormes retos. Y, por supuesto, se revelan hechos y
 se ofrecen datos, hechos y datos que hablan por sí solos y que, nos 
guste o no, indican que el rumbo no es el adecuado. Así, el cambio 
climático que nos conduce a un mundo cuatro grados centígrados más 
cálido, según predicciones muy optimistas, pero ante el que tantos 
siguen quitando importancia en nombre de intereses empresariales, 
intereses que obstaculizan la necesaria disminución de los gases de 
efecto invernadero. Así, la escasez de fuentes de energía fósiles, que 
lleva a la agonía de un modelo que se alarga artificialmente, vía 
prácticas como el fracking, en vez de apostar por invertir en el camino 
de las renovables.
Mientras las capas de hielo ártico desaparecen, mientras el proceso 
de la fotosíntesis se está viendo afectado en zonas con altos niveles de
 contaminación, mientras las abejas se ven amenazadas, mientras… 
seguimos pensando que habrá tiempo, que la técnica será capaz de 
solucionarlo; que llegará un día en que volveremos a la normalidad de un
 modo de vida que nos parece el mejor posible. ¿Cómo convencernos, 
habitantes del Primer Mundo del siglo XXI, de que ya no volveremos a la 
normalidad de antes de la crisis, de antes de la amenaza ecológica; cómo
 convencernos de que es necesario cambiar la orientación y las 
estructuras del sistema para seguir viviendo bien, e incluso mejor, pero
 con otros parámetros?
He aquí las cuestiones que plantea Jorge Riechmann en 
Autoconstrucción (Ediciones Catarata). Son muchas las salidas que ofrece
 este libro, pero lo esencial es su llamamiento a un cambio de 
conciencia, de valores, de usos y costumbres. “La economía es una 
construcción humana. Las leyes económicas no son como la ley de la 
gravedad. Pueden ser transformadas (…) Pero para ello la gente ha de 
cambiar de conducta”, se utiliza como arranque de un capítulo este 
párrafo-lema extraído del informe de un centro de estudios económicos. 
Hay en el ensayo reflexiones sobre el papel cada vez más activo de los 
consumidores –consumidores rebeldes–; sobre la cultura como base de la 
comprensión de los cambios; sobre los movimientos sociales que deben 
convertirse en la base de las nuevas sociedades… “Hemos de vivir de otra
 manera”, es la frase que cierra el libro. Pero aquí, lejos de cerrar, 
empezamos con la conversación.
– ¿En qué punto se encuentra el movimiento ecologista hoy a nivel global? ¿Cuáles son sus expectativas?
– Si lo analizamos con perspectiva, el movimiento ecologista moderno,
 como tal, es muy reciente. Surge en los años 60 del siglo XX, aunque el
 pensamiento ecológico arranca de más atrás, de antecedentes tan 
ilustres como Thoreau, a quien releemos con mucho interés, o, antes, 
Alexander von Humboldt, que tanto contribuye en la creación de la 
ciencia ecológica, de la biología de los ecosistemas. Ahí están las 
raíces, pero hay que dar un salto hasta llegar, en 1962, a un hito 
importantísimo, una obra clásica de la conciencia ecológica, La 
primavera silenciosa, de Rachel Carson. En ese año se empiezan a poner 
en marcha dinámicas sociales, políticas, intelectuales, culturales, que 
conducen a algunas sociedades, dentro de procesos muy contradictorios, a
 emprender un nuevo aprendizaje de los modos de vida. Y ya en 1972 nos 
encontramos con otra aportación esencial, el estudio Los límites del 
crecimiento, el primer informe del Club de Roma, que pone en marcha un 
debate de alcance mundial a partir del cual ya empiezan a circular los 
lemas básicos, las consignas del ecologismo sobre la necesidad de 
conformar una conciencia de especie en las singulares condiciones 
históricas que nos ha tocado vivir. Ese proceso de aprendizaje social se
 rompe a finales de los años 70 y comienzos de los 80, con la irrupción 
de la fase última de la historia del capitalismo, el capitalismo 
neoliberal financiarizado. A esos decenios, a esa etapa en la que aún 
estamos inmersos, yo la denomino a veces la era de la denegación, porque
 hay fuerzas muy poderosas que, lejos de impulsar el aprendizaje, están 
trabajando en sentido contrario.
– Denegar es un verbo que utilizamos muy poco y que explica 
muy bien lo que está sucediendo. A los pueblos cada vez se les niega más
 lo que desean. Las democracias se están vaciando cada vez más de 
sentido.
– Denegar es un término que usan los psicólogos y psicoanalistas para
 referirse a ese fenómeno que no consiste sólo en ignorar algo sino en 
hacer un esfuerzo por no ver lo que tenemos delante de los ojos. Yo creo
 que ha habido, que hay mucho de eso, en la cultura dominante durante 
los tres últimos decenios. Es indudable que hay un permanente 
negacionismo si hablamos de fenómenos como el calentamiento climático, 
del mismo modo que lo hubo anteriormente con respecto al cáncer 
ocasionado por el tabaco. Y es indudable la eficacia de los esfuerzos 
organizados por el sector empresarial para expandir toda la tinta de 
calamar y toda la desinformación posible con el fin de impedir que se 
tomen las decisiones correctas. Ahora mismo, más allá de circunstancias 
concretas, tendríamos que referirnos a un negacionismo mucho más vasto 
que se refiere a todo lo que tiene que ver con los límites al 
crecimiento, y eso es mortal porque nuestra situación, nos pongamos como
 nos pongamos, es la que es. Las leyes de la naturaleza, de la física, 
de la química, de la dinámica de los seres vivos, son las que son, no 
vamos a cambiarlas, por grandes que sean nuestras ilusiones a ese 
respecto, y el conflicto esencial que se plantea, que estaba en ese 
debate de los años 60 y 70, es el choque de las sociedades industriales 
contra los límites biofísicos del planeta, que se ha ido agravando y 
agudizando cada vez más. Si usamos la herramienta efectiva de la huella 
ecológica, hacia 1980, fue cuando ésta superó la biocapacidad del 
planeta para seguir creciendo después. Según los investigadores, ahora 
estamos en el 150% de la capacidad del planeta. Y esa situación no 
durará demasiado, porque estamos, como se dice a veces, consumiendo el 
capital, no los intereses, empleando en este caso la habitual metáfora 
financiera. Estamos sobreexplotando los recursos y las capacidades de 
absorción de contaminación, de una forma que es insostenible. Parece que
 consumimos el planeta como si no hubiera un mañana.
– “El síntoma se llama calentamiento climático, pero la 
enfermedad se llama capitalismo”. Así se titula un epígrafe del ensayo 
donde se hace referencia al rotundo fracaso de la cumbre de Copenhague 
en 2009, una cumbre donde se aspiraba a lograr un acuerdo global de 
reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, que sustituyese 
al Protocolo de Kioto. Ahora estamos a la espera de una nueva reunión en
 París en diciembre de este 2015. Parece que los límites son 
absolutamente incompatibles con el capitalismo salvaje.
– Así es. Hacia 1980 fue cuando ganaron las elecciones generales 
Margaret Thatcher en Gran Bretaña y posteriormente Ronald Reagan en 
EE.UU. Ahí tenemos que fijar el desplazamiento del mundo hacia una 
derecha conservadora, que ha sido hegemónica desde entonces, y que ha 
resultado letal en lo que se refiere a las cuestiones económico 
sociales. Hacia 1980 se puso en marcha el proceso de desregulación 
financiera y comercial. Hasta entonces, las economías, el crecimiento 
del capital y de los activos financieros iban acompasados al crecimiento
 de lo que llamamos economía real, pero a partir de ahí se rompió el 
equilibrio, todo se abrió en forma de tijera y lo financiero comenzó a 
crecer de manera metastásica y a dominarlo todo. Es ahí donde nos 
encontramos ahora. Esa es la situación. Si no somos capaces de romper 
con esa clase de políticas y con las culturas que las acompañan, lo 
tenemos realmente difícil.
 Mientras leía el libro pensaba que la educación es básica 
para la toma de conciencia. Aludes a la importancia que en su día tuvo 
en España la Institución Libre de Enseñanza, a finales del XIX y 
principios del XX, en la redefinición de la relación entre sociedad y 
naturaleza, así como al naturismo anarquista por el lado obrero. Pero 
hoy, ¿cómo hacer entrar la ecología en los colegios?
–  Por supuesto que tendría que ser la educación una de las vías 
naturales para difundir la conciencia ecológica, pero aquí, nuevamente, 
nos topamos con lo mismo: la dinámica social en la que estamos, lejos de
 educarnos, de construirnos, para hacernos ver la verdad del mundo en el
 que vivimos, va en la dirección contraria. Podríamos decir que es 
contra educativa en muchos sentidos. Por eso no es tan fácil de llevar a
 cabo algo que parece tan simple. Sin ir más lejos, puedo decirte que yo
 formo parte de la comisión de educación y participación de Ecologistas 
en Acción en Madrid y que, justamente, una de nuestras tareas es hacer 
avanzar estos planteamientos en el terreno educativo. Uno de los 
trabajos más fecundos del colectivo fue, hace ya unos años, examinar lo 
que se podría llamar el currículum oculto de los libros de texto. Si uno
 se dedica a ver con cierto detalle cómo están escritos los manuales de 
consulta de ciencias naturales, de ciencias sociales, que es donde 
tendrían que entrar esta clase de enseñanzas, lo que encuentra, en 
muchos casos, es prácticamente todo lo contrario: más desinformación que
 información, puntos de vista adversos al verdadero aprendizaje de 
cuidar, de vivir de verdad en esta tierra. En esa dinámica en la que 
estamos ahora mismo, nos encontramos con comerciales de los bancos que 
van a los colegios a enseñar educación financiera y se ve como normal 
porque esa es la cultura dominante en la sociedad. A la contra, parece 
que lo que los ecologistas decimos no quiere ser oído porque se trata de
 una realidad incómoda, porque hacernos cargo de donde estamos realmente
 nos obligaría a vivir de otra manera, a organizar casi todo de una 
forma diferente. Una y otra vez, insisto, chocamos de manera muy 
inmediata, muy frontal, con intereses poderosísimos. Pero no quiero 
instalarme en la queja permanente. Pese a toda esa resistencia, pese a 
tantos obstáculos, hacemos lo que podemos. Yo soy profesor en la 
universidad y hablo de todo esto a mis alumnos universitarios, y, 
además, acabo yendo, por lo menos tres o cuatro veces al año, a hablar 
con escolares y con bachilleres; hay otros compañeros y compañeras que 
lo hacen con más asiduidad. Pero se llega a donde se llega. Ecologistas 
en Acción, por ejemplo, es una asociación participativa que tiene 
aproximadamente unos mil afiliados en Madrid, gente que paga una cuota y
 que puede hacer una pequeña tarea de vez en cuando. Si pensamos que en 
una comunidad autónoma como la de Madrid hay seis millones de personas, 
es una cifra muy baja. Y los activistas no somos más de 60 personas, 
apenas 10 dedicados a la comisión de educación. Ecologistas en Acción se
 autofinancia. Los recursos con los que contamos son las cuotas de los 
afiliados. Ha habido alguna vez algún programa concertado, pero las 
administraciones, especialmente en esta comunidad autónoma y con el 
gobierno que hay ahora mismo, no sólo son no cooperativas, sino 
absolutamente hostiles.
– ¿Se ha fracasado a nivel general, no sólo en España, en la 
comunicación, en la difusión? Se habla mucho de ecología, en ciertos 
ámbitos está muy de moda, se ha superficializado incluso, pero la 
verdadera conciencia ecológica no ha llegado a la gente.
– Quiero hacer hincapié en un aspecto que me parece muy importante y 
que nos lleva a la pregunta anterior, a la educación. El título del 
libro, Autoconstrucción, que en griego podríamos decir paideia, 
educación en un sentido amplio, es una llamada a que no entendamos la 
educación sólo como el aprendizaje que se imparte en las escuelas, los 
institutos y luego en las universidades. Los contextos educativos son 
los contextos sociales generales, y yo creo que la manera de 
autoconstrucción, de autoformación, de educación, de paideia más 
importante para todo lo que estamos hablando, sin menospreciar la 
educación ambiental en sentido estricto y formal, es la que se da en los
 movimientos sociales. Es ahí donde la gente se autoorganiza para actuar
 y, mientras lo hace, aprende en el recorrido. Lo que sucede es que, 
mientras en los años 70 y 80 esa clase de procesos iban hacia adelante, 
pese a todas las dificultades, desde entonces, parecen no avanzar porque
 hay muchos intereses y mucha desinformación en el camino. Y, por otro 
lado, de manera contradictoria, la gente está como saturada y harta de 
que le hablen de ecología. Ese fenómeno también lo recojo en algún 
momento del libro. Hay hasta un término que han acuñado los sociólogos, 
la ecofatiga, para describirlo. Efectivamente, como bien indicas, hay 
mucha cháchara, mucho marketing verde, mucha propaganda, mucho uso de 
imágenes, estilemas, apropiación de contenidos. Ahora la Unión Europea 
está hablando de economía circular. Se utilizan conceptos que vienen del
 movimiento ecologista y que han sido apropiados, transformados en otra 
cosa. Sustentabilidad o sostenibilidad, por ejemplo, son nociones que 
vienen del mundo ecológico, pero cuando un presidente o un consejero 
delegado de una gran empresa habla de desarrollo sostenible, en el 99% 
de los casos está transformando en su contrario lo que inicialmente fue 
el sentido del término. Todo eso lleva a una situación de muchísima 
confusión, en la cual la gente tiene muchas veces la impresión de que 
todo el tiempo se está hablando de ecología, de que se hacen cosas que 
están muy cerca de quienes pueden manejar palancas de poder. Hay 
muchísima propaganda, muchísima moda alrededor que lo desvirtúa todo. Se
 publican revistas que nos venden el concepto de la buena vida, pero que
 están llenas de anuncios a toda página de grandes empresas energéticas.
 Eso es lo que metaboliza como ecología la cultura dominante y resulta 
muy perjudicial, porque, por supuesto, no tiene nada que ver, está muy 
alejado de lo que debería ser, de lo que nos tocaría hacer.
– En su momento nos ilusionaron los verdes alemanes. Parecía 
que podían hacer girar los acontecimientos en otra dirección, pero ahora
 tienen un perfil más bajo.
–  Bueno, ese es un asunto complejo. Yo escribí mi tesis doctoral 
sobre los verdes alemanes hace muchos años. ¿Qué ha pasado ahí? De nuevo
 no podemos entenderlo sin ver lo que ha sido el potentísimo despliegue 
de la política neoliberal en la que estamos inmersos y sin analizar a 
fondo como nuestras sociedades han ido yendo hacia la derecha, hacia la 
derecha, hacia la derecha, sin ser, muchas veces, del todo conscientes. 
Hay un fenómeno que los psicólogos sociales tienen muy bien estudiado y 
que denominan los puntos de referencia cambiantes. Cuando una sociedad 
entera se desplaza en cierta dirección poco a poco, de manera que todo 
-las instituciones, los valores, las gentes-, va moviéndose al mismo 
tiempo, en el mismo sentido, la sensación puede ser que nada se mueve, 
que está uno básicamente en el mismo punto, pero los cambios pueden ser 
brutales. Esto se ha estudiado, por ejemplo, en relación a la Alemania 
de los años 30. A medida que todo iba llevando al estado nazi que 
conocemos, desde dentro, a mucha gente le parecía que no pasaba nada 
importante, porque todo se iba desplazando al mismo tiempo en la misma 
dirección. Yo creo que aquí también ha pasado algo parecido.  Los verdes
 alemanes, que son el partido ecologista más interesante que ha surgido 
hasta el momento, el experimento sociopolítico más importante, tuvo en 
sus inicios un componente dominante de izquierda, aunque siempre muy 
mezclado con el centro e incluso la derecha, pero, coincidiendo con el 
paso al neoliberalismo, y pese a haber crecimiento y éxitos electorales,
 ese ala de izquierda del partido va siendo marginada y en parte lo 
acaba abandonando. A medida que la sociedad fue avanzando hacia la 
derecha, también los arrastró a ellos en la corriente. Una y otra vez 
nos tropezamos con lo mismo. No podemos de verdad ecologizar esta 
sociedad sin chocar frontalmente con el capitalismo. Si queremos ir 
hacia una economía ecológica hacen falta rupturas con el capitalismo y 
eso son palabras mayores. Y, por otra parte, ahora mismo hay que 
plantearse seriamente la siguiente pregunta: ¿Qué es la izquierda hoy? 
Seguimos hablando por inercia de partidos socialdemócratas, por ejemplo,
 cuando a un socialdemócrata de los años 20, 30 o 40, si viera qué tipo 
de políticas o de discursos adopta la gente que así se sigue llamando, 
se le erizaría todo el vello de la piel. La socialdemocracia de Tony 
Blair o de Rodríguez Zapatero no tiene nada que ver con lo que fue 
históricamente la socialdemocracia. Pero, volviendo a lo de antes, el 
ecologismo tomado en serio es anticapitalista y eso es bien fuerte, 
porque dónde hay políticas anticapitalistas ahora en nuestras 
sociedades. Son absolutamente minoritarias. En ese escenario es donde 
hay que situar la deriva de los ecosocialistas alemanes, de todas esas 
corrientes o personas que abandonaron, al final cansadas, el partido en 
la década de los 80. Desde mediados de los 90, la descripción 
politológica correcta de los verdes alemanes sería la de ecoliberales 
con un mayor grado de sensibilidad social.  Eso mismo sirve para otros 
partidos verdes europeos.
– ¿Y en España? Equo parece conformarse con un discreto segundo plano.
– La historia española es una historia muy distinta por la 
singularidad de la dictadura. La articulación de ese espacio político ha
 sido bastante compleja y, al final, en parte por errores propios, en 
parte por la ocupación de ese territorio por otras formaciones como 
Izquierda Unida, la cosa ha ido como ha ido. Equo ha aparecido ya muy 
tarde y hay cosas muy valiosas, pero ojalá tuviera más fuerza. Con mucha
 frecuencia nos planteamos qué es lo que hemos hecho mal, qué errores 
hemos cometido, y, sin duda los hay; hay errores propios en los últimos 
30 años que pueden explicar circunstancias desfavorables, pero no nos 
equivoquemos. Lo principal no es tanto lo que hayamos podido hacer mal, 
sino el poder brutal y en aumento que nos hemos encontrado delante. Y 
vuelvo al dato de antes: en la comunidad autónoma de Madrid somos 50, 60
 activistas a lo sumo, en una asociación como Ecologistas en Acción, en 
un entorno de seis millones de personas. Esa es la lamentable situación,
 la acusada desproporción de fuerzas.
– Sin embargo, el caso español es muy curioso. Desde el 15-M,
 la rapidez a la que se ha producido todo es espectacular. En el libro 
hablas de la ilusión que ha generado la irrupción de un partido como 
Podemos. ¿Hacia dónde puede ir esa ilusión y hasta qué punto en Podemos 
tiene peso la preocupación ecológica, la conciencia de los cambios que 
será necesario acometer y explicar a la gente? No parece que se marque 
demasiado el acento por ahí.
– En España han cambiado muchas cosas para bien, sobre todo el 
despertar de parte de la sociedad a partir del 15-M. Pero tampoco 
debemos sobreestimar eso. Uno de los lemas, consignas, incluso 
micropoemas que se escribían en Sol y en muchas plazas de otras ciudades
 españolas, el mes de mayo de 2011, era: “dormíamos y hemos despertado”.
 Esa frase, con todas sus variantes, expresa algo muy valioso. La 
sociedad española ha ido abriendo algo los ojos en medio de la narcosis 
generalizada en la que estamos. Y, aunque lo parezca, eso tampoco surgió
 de la nada. No es que antes no hubiera movimientos sociales y de 
repente aparecieran por arte de magia. Muchos de esos movimientos 
arrancaron de atrás, de la dinámica de los foros sociales mundiales, del
 espíritu del alzamiento neozapatista en México en 1994 y, sobre todo, 
después, del quebranto que provocó la crisis económica y financiera, lo 
que hizo que se dieran condiciones para que sectores cada vez más 
amplios de la población empezaran a ver con mayor claridad el mundo en 
el que estamos. Pero, con todo,  hay que intentar ver las cosas con 
cierta perspectiva. Yo estoy metido de cabeza en todo esto. Me presenté 
con otros compañeros al Consejo ciudadano autonómico de Podemos y, junto
 con otra mucha gente, ahora estoy trabajando en la redacción del 
programa autonómico para Madrid, donde me ocupo de las cuestiones 
ecológico sociales. Por eso no lo veo como algo ajeno, puedo hablar del 
proceso en primera persona y puedo decir que hay sectores que tienden a 
sobrevalorar algunas de las cosas que han ido sucediendo, que hay mucha 
gente joven que tiene una confianza plena en la capacidad movilizadora 
de las redes sociales, algo en lo que yo soy mucho más escéptico. 
Recuerdo, por ejemplo, una conversación con uno de los activistas de 
Acampada Sol, alguien metido muy de lleno en lo que había sido la 
acampada en Sol y el 15-M. Su conclusión era que se había conseguido 
politizar a cinco millones de personas. Y yo reflexiono: Si de verdad 
hubiéramos politizado en serio a cinco millones de personas, ya 
estaríamos en otro contexto electoral y político. Hay cambios muy 
importantes y hay posibilidades de ruptura, pero ya veremos hasta dónde 
se llega. Yo de lo que estoy convencido es de que lo que nos haría falta
 es una sociedad que dejara de actuar básicamente como espectadora, 
espectadora a través de pantallas pequeñas, de pantallas grandes, 
dándole a “me gusta” aquí y allá. Una cosa es que una encuesta 
demoscópica te diga que el 80% de la sociedad española muestra su 
simpatía por esta gente joven, que ha acampado en las plazas, y otra 
cosa son los resultados a partir de las convocatorias electorales, las 
posibilidades reales de impulsar cambios en la sociedad. Ahí tenemos las
 elecciones andaluzas y ahora toca ver que tal se dan las autonómicas y 
municipales… Insisto: debemos pedir democracia real ya, pero nos tenemos
 que dar cuenta de que eso no es posible sin que muchísima gente eche 
muchísimas horas de trabajo desgastante, disciplinado y cotidiano en 
distintos contextos. Una democracia de espectadores es una contradicción
 en los términos. Democracia real quiere decir mucha gente echando mucho
 tiempo en organización, formación, lucha política, actividad 
disciplinada. Es en ese espacio donde se dan perspectivas interesantes. 
Lo que está sucediendo en Grecia, lo que nos está permitiendo ver de la 
posibilidad de actuar de otra manera no hegemónica y, a la vez, del 
comportamiento de la UE, es muy interesante. Y lo que tal vez pase aquí 
tiene, desde luego, un valor grande, pero, al mismo tiempo, debemos 
dimensionar muy bien todo esto para no llamarnos a engaño y darnos el 
batacazo. Es un poco lo que pasó en Andalucía. Si lo pensamos bien 
quince diputados alcanzados en tan poco tiempo de trayecto, no está nada
 mal, pero se ha recibido como una especie de derrota. No hay que 
hacerse demasiadas ilusiones sobre el nivel de politización real. 
Cuántas veces oímos, por parte de sociólogos y politólogos, que hay una 
mayoría social de izquierda. Eso da lugar a muchas ilusiones, pero 
calma; pensemos en la gente que de verdad es consciente del tipo de 
confrontación que hace falta para cambiar de verdad las cosas.
– Los cambios de valores, de conciencia, suelen ser procesos 
lentos. Como dice Julio Anguita, el político debe tener la paciencia del
 campesino. En Grecia, el trayecto de Syriza fue largo…
– Sí, pero también es verdad que la velocidad de la historia no es 
siempre lineal, que también se dan aceleraciones, cambios mucho más 
rápidos. Eso es posible y ahí el drama, que sólo una parte muy pequeña 
de la sociedad ve por este negacionismo generalizado sobre las 
cuestiones ecológicas del que hablábamos antes, es que la historia ya no
 va a ser lo que era. El drama es que ya no tenemos mucho tiempo para 
evitar peligros enormes. Estamos en tiempo de descuento y eso es lo que 
mucha gente, sensible ahora a cuestiones de desigualdad social, 
democratización en sentido amplio, lucha contra la corrupción, no acaba 
de asimilar. Ante la cuestión del abismo ecológico social son 
conscientes sectores aún muy minoritarios. Hemos dicho: “Dormíamos, pero
 hemos despertado”. Ahora nos hace falta despertar todavía bastante más.
– Hablábamos de Grecia, un pequeño bastión en medio de la 
homogeneización. Por una parte, es esperanzador que haya gobiernos que 
planten cara, que nos hagan ver lo que se esconde detrás de la mal 
dirigida austeridad, pero también produce bastante frustración ver que 
las democracias no funcionan, que el poder, el sistema, no permite 
impulsar políticas de rescate social urgentes. La deuda, una deuda 
ilegítima en gran parte, es la gran prioridad de la Unión Europea.
– Así es. Y ya vemos qué políticas son las que nuestros vecinos 
griegos están intentando impulsar. Son medidas propias de lo que fue la 
socialdemocracia hasta hace muy poco. Esto es lo que nos debería hacer 
ver el mundo en el que estamos, la brutal dirección hacia la derecha que
 hemos tomado. Las políticas que está proponiendo Syriza no suponen 
ninguna ruptura revolucionaria. Se trata de introducir un poco de 
justicia social, que fue lo que defendió hasta hace poco la 
socialdemocracia. Y, sin embargo, todos esos partidos que siguen 
llamándose socialdemócratas, permanecen impasibles, apoyan todo lo 
contrario a lo que fueron sus principios. Es una gran paradoja.
– La crisis ha abierto ventanas de transparencia, ha hecho 
que volvamos la vista hacia los derechos humanos. El derecho al trabajo,
 al techo, a la salud y la educación, están en la primera línea de las 
reivindicaciones, pero en lo que respecta a las amenazas del planeta 
pensamos que habrá tiempo, que no es la prioridad. 
– Bueno, eso es comprensible en un país como éste por la quiebra que 
se ha producido, por el nivel de desempleo tan elevado que tenemos. 
Hemos ido aguantando por los distintos colchones sociales que han 
amortiguado la caída, pero el hambre y la desnutrición han vuelto a 
aparecer. El error es no ver como todas esas cuestiones están conectadas
 con las preocupaciones ecológicas. Pensar, como han formulado también 
en ocasiones amigos y compañeros, que lo que toca ahora es dar de comer a
 la gente y aplazar lo otro, que ya vendrá el tiempo de resolverlo, es 
un error. Somos ecodependientes e interdependientes. No se puede 
organizar una economía viable sin tener en cuenta las amenazas 
ecológicas en las que ya estamos y que todavía van a agudizarse mucho 
más. Y eso no es algo optativo. Lo vamos a aprender por las buenas o por
 las malas. Estamos ya en tiempos de descenso energético. Las sociedades
 industriales se han desarrollado de forma explosiva gracias a un chute 
de combustibles fósiles y lo que tenemos ahora es un capitalismo 
fosilista, adjetivo que no deberíamos olvidar. Sin ese chute de energía,
 de esa bioenergía acumulada durante cientos de millones de años en 
forma de carbón, petróleo, gas natural, que nosotros nos hemos puesto a 
sobre consumir de manera bastante inconsciente e irresponsable en estos 
dos siglos últimos, el mundo no sería como es y nuestras sociedades no 
se hubieran deformado tanto en ciertas dimensiones como lo han hecho 
hasta ahora. Sea como fuere, esta es la historia de nuestros dos últimos
 siglos y eso se acaba. No va a seguir existiendo la posibilidad de 
sobreconsumo energético que ahora tenemos y que nos sigue pareciendo 
normal. Sabemos por distintos estudios e investigaciones que para 
funcionar con economías viables y con cierta justicia global, es decir, 
en un mundo relativamente igualitario, sin esa quiebra brutal entre 
Norte y Sur, mirando a los más desfavorecidos del planeta, los países 
enriquecidos, incluyendo al nuestro, que, pese a la situación actual, 
globalmente sigue formando parte de ese norte enriquecido, tenemos que 
reducir el uso de energía y materiales en nueve décimas partes. ¿De qué 
manera se hace eso? Pues hay cosas que se pueden hacer sin perturbar 
tanto el orden existente, pero todos los cambios importantes suponen un 
choque frontal contra el funcionamiento de las estructuras actuales. Uno
 puede organizar una economía que satisfaga adecuadamente las 
necesidades humanas de esa enorme población que somos ahora, de más de 
7.200 millones de personas, con las reducciones de energía y materiales 
necesarias, con los consiguientes impactos asociados, pero eso no puede 
ser una economía capitalista, de crecimiento constante y de generación 
continua de supuestas nuevas necesidades. Tiene que ser otra cosa.
–  ¿Algún ejemplo? ¿Algo por lo que se pueda empezar a actuar ya?
– Como te decía, se pueden dar algunos pasos. Recientemente, por 
ejemplo, dimos una charla formativa en el círculo de Podemos en Retiro 
sobre basuras y residuos. En ese terreno, en el de la gestión de los 
residuos sólidos en los recintos urbanos, se le puede dar la vuelta 
yendo hacia un modelo deseable, con muchas ventajas sobre el actual, sin
 topar más que con los intereses, en este caso, de las grandes 
constructoras que tienen su división de gestión de basuras y se hacen 
con las contratas de los ayuntamientos. Chocaríamos contra ese poder 
económico, pero casi nada más, para alcanzar la alternativa del modelo 
de residuo cero, que está articulado y ya está funcionando en muchos 
pueblos y ciudades de Europa, incluyendo urbes grandes como Milán. De 
esta manera, siguiendo el ejemplo de pueblos que ya lo hacen también en 
España, en Cataluña, en el País Vasco y en Baleares, en Madrid 
pasaríamos a tener una gestión adecuada, recuperando y reciclando 
adecuadamente. Esto se puede hacer y ojalá que tengamos la oportunidad, 
pero los residuos sólidos urbanos son un pequeño porcentaje del problema
 general de residuos en nuestra sociedad. Se  trata apenas del tres o 
cuatro por ciento, el resto son residuos industriales, de construcción. 
Entra en juego la economía entera. Para actuar en todos esos ámbitos, 
para introducir modificaciones, se necesitan otras estructuras 
económicas, otra forma de funcionamiento. Hoy podemos dar algunos pasos,
 fuera del sistema dominante en el que estamos, pero sabemos que sin 
momentos de ruptura muy importantes, no podrán cambiar las cosas que de 
verdad tienen que hacerlo.
– Una y otra vez te refieres en el libro al credo del 
Mercado. Un credo que será necesario derrumbar. ¿No crees que su 
resquebrajamiento ya ha empezado?
–  Sin duda. De todas las cosas buenas que nos han pasado en estos 
últimos años es fundamental la apertura de los discursos públicos, a 
todos los niveles. En los últimos cuatro años, de repente nos hemos 
visto en el metro o en el autobús hablando entre nosotros del 
funcionamiento del mercado financiero, de la deuda pública, de los 
servicios sociales. Eso es nuevo y es positivo, claro que sí. Pero a su 
lado está, por ejemplo, el anulamiento de algunos sectores clave, entre 
ellos los medios de comunicación masivos, que obstaculiza que lleguemos a
 la verdad de los hechos. Los medios dependen más estrechamente de los 
grandes grupos económicos y eso también lo hemos visto en el mundo de la
 universidad y de la investigación científica. Se trata de sectores 
clave para una sociedad moderna y, sin embargo, cada vez son más 
dependientes del capital, para nuestra desgracia. La cosa se ha 
degradado tanto, y tan rápidamente, en tan solo treinta años, que su 
alcance se nos escapa. Lo que podemos hacer es intentar dar algunos 
pasos e ir creando condiciones para que haya movimientos mucho más 
organizados, masivos, conscientes, de gente que quiera transformar las 
cosas. Ese es el sentido fundamental que yo veo ahora mismo al esfuerzo 
que se está haciendo para intentar dar un giro importante hacia otra 
dirección en todas las áreas de la vida, también, por supuesto, en las 
instituciones que nos representan.
Construir alternativas, proyectos de cooperación, de participación 
Volver a recuperar conceptos como solidaridad, tan desprestigiados en
 las sociedades del lucro, esa es la idea con la que nos quedamos tras 
recorrer las páginas, las conclusiones, el compendio de lecturas al que 
nos acerca Jorge Riechmann en Autoconstrucción. Nos presenta, por 
ejemplo, la idea de Joaquim Sempere de construir espacios, sociedades 
más resistentes a los peligros que nos amenazan, y que el sociólogo 
denomina municipios en transición. Una experiencia a la que habrá que 
llegar tras entablar un combate cultural que someta a crítica el 
presente. Nos acerca a las teorías del decrecimiento que preconizan 
estilos de vida más frugales, que nos pueden seducir con la posibilidad 
de vidas más sencillas y locales. ¿Cómo convencernos de que el 
decrecimiento no implica menos bienestar, ni, por supuesto, menos 
felicidad? ¿Cómo recuperar el buen sentido de la palabra austeridad que 
tanto han desfigurado los neoliberales? ¿Queremos de verdad cambiar, 
autoconstruirnos? Son algunas de las preguntas que plantea el recorrido 
que nos propone Riechmann, un recorrido que nos induce a reflexionar, a 
luchar con nuestras propias contradicciones, resistencias e 
inconsistencias. He ahí su gran valor.
¿Podemos controlar la megamáquina capitalista, se pregunta el autor? 
“Si no podemos hacerlo, ¿se sigue de ello un retirarse a esperar la 
catástrofe, hacia la que avanzamos a toda velocidad? Por una parte, está
 la vieja posibilidad de poner palos en las ruedas, actualizada como 
echar arena entre los engranajes primero, y más recientemente como 
desconfigurar conexiones entre los circuitos (…) Por otra parte, 
subsiste la orientación general de fracasar mejor. El derrumbe de la 
Megamáquina será, lo sabemos, una espantosa tragedia: cabe trabajar por 
reducir en lo posible la inconcebible masa de sufrimiento, tanto el 
humano como el de las demás criaturas”, argumenta Riechmann, quien habla
 de comenzar ya a construir más botes salvavidas y a organizar las 
formas de cooperación solidaria que pueden reducir los costes del 
naufragio”. Catastrofismo, dirán algunos. Simplemente realismo, pensamos
 otros. Un realismo que nos lleva a visualizar en episodios de ciencia 
ficción cada vez más cercanos.
“Nos pierde / la codicia de los menos / la cobardía de los más / la 
irracionalidad de todos / falta lenguaje / falta decir / del horror que 
viene / Pero tú ya lo sabes: donde termina el reino de la mercancía / 
comienza la vida…”
Lo dice Riechmann de otro modo, a través de estos versos de su libro 
Poemas lisiados. El lenguaje de la poesía, La poesía, sí, capaz de tocar
 lo invisible, lo oculto, lo callado. La poesía como ventana de lucidez.
www.lecturassumergidas.com/, Madrid, España.
¡QUE VIVA LA LUCHA POR ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE!
¡QUE VIVA LA SOLUCIÓN 
POLÍTICA AL CONFLICTO SOCIAL!
¡EXIJAMOS UN CESE BILATERAL AL FUEGO!
¡EXIJAMOS PAZ CON JUSTICIA SOCIAL!
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¡LIBERTAD A LOS PRES@S POLÍTIC@S!
¡LIBERTAD A HUBER BALLESTEROS Y DAVID RABELO!
¡VENCEREMOS!
jueves, 14 de mayo de 2015
Colombia y el momento constituyente
Una constitución es un pacto social fundado por el poder 
constituyente primario. Para que sea legítimo, en este deben converger 
los diferentes sectores de la sociedad, dando lugar a un acuerdo que 
permita la coexistencia de ellos; en él fijan sus aspiraciones 
económicas, políticas, sociales y culturales y se establecen mecanismos 
para que los derechos plasmados en dicha constitución sean garantizados a
 los ciudadanos.
Colombia es de los pocos países del hemisferio occidental que aún no 
termina de constituirse como nación y como república. Ha pasado de un 
siglo a otro sin resolver sus contradicciones fundamentales: del siglo 
XVIII al siglo XIX pasamos buscando nuestra libertad de la opresión 
española; del siglo XIX al siglo XX en una guerra civil denominada de 
los Mil Días y del siglo XX al siglo XXI tratando de resolver un 
conflicto social armado con más de cincuenta años de duración y con 
hondas raíces económicas, políticas y sociales.
La tradición constitucional nos enseña que éstas existen precisamente
 para dotar a la nación de instrumentos políticos y jurídicos que 
permitan prevenir y resolver todos estos conflictos. Hoy, cuando de 
nuevo nos aprestamos a que este largo conflicto se resuelva mediante una
 solución política dialogada, los cambios constitucionales se convierten
 en un imperativo ético y político.
Podrán algunos argumentar que una Constitución que no cumple un 
cuarto de siglo es aún muy joven y en eso pueden tener razón, pero no 
debemos olvidar que esta Constitución tiene un corazón socialdemócrata 
que mira hacia la izquierda en cuanto al enunciado de los derechos, pero
 un bolsillo dirigido hacia los intereses de la derecha haciéndola 
profundamente neoliberal. Situación agravada por el hecho de haber sido 
reformada cerca de 75 veces en los últimos veinte años mediante actos 
legislativos con los cuales se ha afianzado este modelo económico.
La necesidad de una asamblea constituyente que nos provea de un nuevo
 pacto social no resulta exclusivamente de los diálogos de paz que se 
realizan en La Habana, viene de la crisis económica, política, social e 
institucional que tiene a nuestro país como un estado inviable. Crisis 
estructural que se profundiza día a día y que los paliativos del 
Gobierno no logran conjurar.
Un país con un conflicto social armado de más de cincuenta años que 
el Gobierno quiere resolver sin realizar cambios que permitan remover 
sus causas no podrá alcanzar la paz; por el contrario, la pobreza, la 
corrupción administrativa, la falta de inclusión política, el 
marginamiento social, la violencia de todo tipo y unas instituciones 
incapaces de responder a las expectativas de los ciudadanos en salud, 
educación, empleo, vivienda, seguridad, etc., agregarán permanentemente 
nuevos elementos causales al conflicto.
En los últimos doce años, el establecimiento ha pretendido hacernos 
creer que es posible acabar con el conflicto social y armado sin generar
 los cambios económicos, políticos e institucionales requeridos para 
lograrlo. Para ello, emprendieron la guerra total en los ocho años del 
gobierno Uribe y, ante el fracaso de la estrategia de guerra, la 
oligarquía decidió emprender un diálogo de paz con la insurgencia de las
 FARC-EP, que a pesar de los obstáculos aún continua, y con el cual el 
establecimiento pretende obtener un sometimiento de las guerrillas sin 
generar cambios en el modelo económico y el sistema político.
En el reciente pasado fuimos testigos de un fracasado proceso de 
sometimiento a la Justicia de los grupos paramilitares que, posterior a 
la extradición de sus jefes, mutaron en cientos de pequeñas bandas que 
ejercen hoy el control sobre la economía ilegal del narcotráfico y sobre
 buena parte de la economía legal mediante el cobro de vacunas a cuanta 
actividad económica se desarrolla en muchas ciudades del país.
Pero el conflicto social armado, la violencia social y 
narcoparamilitar nos son los únicos problemas que enfrentamos los 
colombianos. Podemos decir sin equivocarnos que la crisis es mucho más 
profunda de lo que se cree y toca todos los estamentos del sistema.
La oligarquía que gobierna este país en beneficio del sistema 
financiero y las empresas transnacionales, maquilla las cifras sobre 
desempleo, ingresos y pobreza, tratando de mantener una gobernabilidad 
que cada vez es más precaria.
La mercantilización de la salud, la educación, la seguridad social y 
todos los servicios que debería prestar el Estado, la crisis en la 
justicia, la pérdida de credibilidad en los partidos políticos, el 
congreso, los órganos de control y las fuerzas armadas y de policía han 
conducido a un estado de descontento y movilización social permanente.
Son muchos los espacios creados por fuera de la institucionalidad que
 hoy no solo discuten la problemática del país sino que además buscan 
resolverla. En muchos de ellos el Estado ha sido remplazado de hecho en 
temas como seguridad, legislación, medio ambiente, convivencia, reforma 
agraria, reforma urbana, justicia y otros de similar importancia.
¿Cómo explicar que después de la expedición de una nueva constitución
 (1991), en donde se exponen ampliamente los derechos humanos de 
primera, segunda y tercera generación, se desate la más feroz 
persecución contra la oposición política y se entre de lleno a 
privatizar sin ninguna consideración los bienes y servicios públicos que
 estaban bajo la responsabilidad del Estado?
Lo que debería haberse logrado con la Constitución del 91 aún está 
por hacerse. La democracia participativa, la garantía de la aplicación 
de los derechos humanos, el desarrollo económico y social de las 
mayorías, el ordenamiento territorial, la descentralización política y 
administrativa con garantía de recursos, la protección del medio 
ambiente, el reconocimiento de los derechos de la mujer y la paz, son 
objetivos de toda sociedad que en nuestro caso están por alcanzarse. 
Como podemos ver, los resultados que se previeron o se soñaron no se han cumplido y están sufriendo constantes reveses.
Ante la falta de voluntad de la clase dirigente para implementar los 
cambios, aparece, como reacción lógica, la resistencia al ejercicio 
abusivo del poder, bajo formas pacíficas o violentas, que adquieren 
mayor grado de profundidad de acuerdo con las herramientas represivas 
que se utilicen o con el grado de conciencia desarrollado en el seno de 
la sociedad.
Este conjunto de situaciones problemáticas, sumado a las diversas 
formas de resistencia y descontento que se presentan en diversos 
sectores de la sociedad y que han llevado al desconocimiento del Estado y
 sus instituciones, configuran, sin lugar a dudas, un momento 
constituyente. Se nota en muchas regiones y sectores sociales del país 
que la nación está tratando aún de constituirse, que las viejas formas 
del régimen político liberal-conservador que excluyen a las mayorías y 
el modelo económico generador de pobreza y explotación ya no son 
aceptados y se hace necesario reconstruir nuestra nación sobre bases 
nuevas.
Esas nuevas bases, por supuesto, no vendrán del poder constituido, 
pues éste representa una minoría oligárquica y parásita que desea 
mantener el statu quo en favor del cual legisla y ejecuta normas que 
solo favorecen sus propios intereses y los del capital transnacional.
Solo del poder constituyente primario podrán venir los cambios que 
nuestro pacto social requiere para superar la crisis que padecemos desde
 nuestra constitución como república en 1819.
Desatar ese poder constituyente para que se convierta en fuerza 
arrolladora debe ser una tarea de todos los demócratas y amantes de la 
paz. Urge avanzar en un proceso constituyente que comprometa todos los 
sectores y regiones de nuestro país, que discuta y apruebe el contenido 
de ese pacto social que nos funde y nos presente ante el mundo como una 
nación soberana, democrática y con justicia social. Una sociedad donde 
se erradiquen todas las discriminaciones, se destierren todas las formas
 de violencia contra la oposición y donde la paz sea, en verdad, el bien
 más preciado de todos los ciudadanos.
Necesitamos conformar ese grupo o movimiento de personas que pueda 
desatar ese poder. La mayoría de las anteriores reformas 
constitucionales fueron convocadas y realizadas por las élites políticas
 para favorecer intereses de una minoría, salvo la constituyente del 91 
que fue impulsada por algunos sectores sociales y en cuya asamblea se 
permitió una tibia representación de sectores no oligárquicos; pero la 
nueva Constitución debe ser el resultado de la más amplia participación 
popular y corresponde al pueblo lograr su convocatoria.
Si el presente es de lucha, el futuro será socialista.
Húbert Ballesteros GómezPrisionero político. Cárcel Nacional La Picota, Pabellón de Alta Seguridad
Bogotá D.C., mayo, 2015
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¡QUE VIVA LA SOLUCIÓN 
POLÍTICA AL CONFLICTO SOCIAL!
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domingo, 26 de abril de 2015
DE INVISIBILIDADES E IMBECILIDADES:
La política fascista del gobierno nacional ha tenido
derrotas: La más reciente derrota fue la marcha del 9 de abril por la paz con
justicia social, la Asamblea Nacional Constituyente y el cese bilateral de
fuegos. La invisibilización de los medios de intoxicación sobre la
multitudinaria manifestación los hace cómplices no solamente de vulneración de
derechos elementales sobre información sino que aportan con el ocultamiento en
un claro favoritismo en la guerra psicológica: el 10 de abril, se cumplía el
mes en que Santos ordenó no bombardear campamentos de las FARC pero sí la
continuación de operativos. Ante un país que no resuelve sus conflictos
sociales, es un país desmemoriado, víctima de su propia auto-destrucción como
diría el Libertador por la falta de educación que ha sido negada por la misma
oligarquía que trunco el sueño revolucionario, hace más de 200 años. Los medios
ocultan y la guerra continúa para sostener el atrasado capitalismo colombiano,
sin que, supuestamente, “nadie se de cuenta de nada”.
Es menester desenmascarar los medios de intoxicación puesto
que ellos son la correa de transmisión entre el gobierno burgués y el pueblo.
De a pocos, al pueblo le queda claro que Santos ya no es el mediador sino que
siempre prefiere doblegar a sus “enemigos” con la fuerza pública y luego posar
de “amplio” ante los medios.
El ejemplo más alto de la serie de derrotas que le han
traído desgaste y deslegitimación al actual gobierno, es la mesa de diálogos de
la Habana, Cuba, la cual tuvo su mayor prueba de fuego cuando Santos pretendió
patear el diálogo con la excusa de la retención del general Alzate, en
diciembre de 2014… pero falló y la mesa se mantiene. De firmarse el cese del
conflicto armado habrían grandes avances en los 6 puntos que se han negociado
(tema tierras, participación política, democracia y garantías, víctimas,
cultivos ilícitos, entre otros). Pero Santos cree que a una insurgencia de 50
años, que no le pudo arrebatar las armas con un ejército desmesurado, ahora lo
va hacer a punta de palabra. La contradicción no se encuentra del lado
insurgente sino sobre el gobierno como representante de una parte de la
oligarquía en la mesa de la Habana. La contradicción es que esa élite hable de
paz. La oligarquía colombiana siempre ha usado primero la guerra que la palabra
y si hoy está, el gobierno, aún sentado en Cuba, es porque no pudo derrotar la
insurgencia, el pueblo se politiza cada vez más y el aislamiento estadounidense
por el bloqueo a Cuba y sus acciones en América Latina, no le permiten
levantarse de la mesa, ni mucho menos ahora, después de la gran movilización
del 9 de abril. Las elecciones de octubre sobre alcaldes y gobernadores tendrán
gran peso sobre crear planes alternativos que construyan la paz con justicia
social o el continuismo del bolillo y luego la pose mediática santista. 
Derrotas que ocultan los medios durante el gobierno Santos,
podríamos nombrar unas cuantas: la ley ciudadana se vino abajo a pesar de su
componente fascista de dar cárcel hasta por 8 años a quienes generen
bloqueos  en calles y carreteras.
Igualmente, se cae la careta mediática tanto para la ultra-derecha que con sus
diferentes formas de presionar al presidente, demuestra que la “Unidad
Nacional” no es cierta, ni siquiera dentro de la misma oligarquía. No se nos
olvide que el paro agrario de 2013 tumbó a 5 ministros. Su llama de solidaridad
y efervescencia se debe volver a irradiar con las luchas secundaristas y
universitarias, en estas últimas, manteniendo lo positivo de la MANE de 2011 y
aislar lo que  la llevó a inactivismo,
puesto que desde este escenario se le dio un contundente golpe a la
pretensiones privatizadoras del actual gobierno al querer incorporar el ánimo
de lucro a la educación (como si esta fuese muy barata en el país).
El ejecutivo y los grandes medios han negado el paro minero,
de transportadores, estudiantes, trabajadores de la salud, en enero de este año
el de los profesores y, actualmente, el de la USO y el de los transportadores,
los cuales son invisibilizados por los medios de intoxicación. El gobierno
nacional y distrital han llamado “vándalos” a los manifestantes de Bogotá, sin
identificar los causantes de tales actos. Muchas de las movilizaciones que
entran en confrontación, la mayoría de personas lo hacen para defenderse de la
fuerza pública que siempre llega con su monólogo de darse un festín de bolillo,
como lo suele hacer los primeros de mayo y en cada movilización social. Pero
las derrotas políticas continuarán, aún más porque el país entró en recesión
económica y no le espera de otra que anexarse a la crisis capitalista mundial,
la cual la habían capoteando vendiendo nuestros recursos estratégicos, los
cuales son otro tema que ocultan los mass media, quienes son los verdaderos
imbéciles de toda esta parafernalia: El marxismo- leninismo enseña sobre la
lucha de clases, donde la crítica a la economía política (junto con el análisis
político e ideológico de la correlación de fuerzas entre clases) permite hacer
lecturas científicas sobre la sociedad, por lo que no es difícil “predecir” que
los 3 años que le restan a Santos es el de un gobierno en caída libre, así lo
oculten los medios.
¡QUE VIVA LA LUCHA POR ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE!
¡QUE VIVA LA SOLUCIÓN 
POLÍTICA AL CONFLICTO SOCIAL!
¡EXIJAMOS UN CESE BILATERAL AL FUEGO!
¡EXIJAMOS PAZ CON JUSTICIA SOCIAL!
¡ARRIBA LA III MARCHA NACIONAL SECUNDARISTA!
¡ARRIBA LA LUCHA UNIVERSITARIA Y POPULAR!
¡LIBERTAD A LOS PRES@S POLÍTIC@S!
¡LIBERTAD A HUBER BALLESTEROS Y DAVID RABELO!
¡VENCEREMOS!
sábado, 25 de abril de 2015
entrevista del sociólogo colombiano Alfredo Molano sobre lo acontecido en el Cauca
 El sociólogo, escritor, periodista e integrante de la
Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, Alfredo Molano, analiza los
últimos acontecimientos en el marco del conflicto armado en Colombia,
concretamente el sucedido en el municipio de Buenos Aires en Cauca, en el que
murieron 11 integrantes de las Fuerzas Militares, 1 integrante de las FARC y
cerca de 20 militares resultaron heridos.
Contagio Radio: ¿Esto ha pasado en otros procesos de
conversación de paz?
Alfredo Molano: Si, yo pienso que es un formato que ha
venido utilizándose en casi todos los procesos de paz. Yo recuerdo que los
acuerdos de la Uribe fueron terminados, durante el gobierno de Barco, cuando un
batallón de ingenieros entró a un sitio en el Caquetá y fueron atacados por la
guerrilla, el argumento del ejército era que estaban haciendo una carretera,
una carretera cuando había tregua, cuando se veían algunas soluciones a lo
lejos. Lo mismo sucedió después en lo del Caguan, un extraño – insólito digamos
un poco- secuestro de un Senador condujo a Pastrana a acabar con ese otro
intento, y ahora me parece que se repite el guion, que es lo más preocupante,
porque eso significa que dentro del gobierno hay enemigos, ya no del lado de la
paz, sino actuantes.
CR: En el contexto actual de estas conversaciones, en el
proceso de estas conversaciones, con el respaldo del 9 abril, podría suceder lo
mismo que en otros procesos que usted menciona?, es decir, ¿se pueden romper?
AM: Yo y muchos colombianos tenemos la esperanza de que no
se rompa, es decir, que sea un momento difícil pero que la situación se supere,
así como se superó cuando secuestraron al general en el Chocó, es decir, ya se
ha andado mucho para que por estos hechos se caiga el proceso. Yo no creo que
sea irreversible lo que se ha andado, pero me parece que tiene suficiente
fuerza hoy día, lo que se ha acordado y lo que se está acordando para superar
este lamentable hecho de guerra.
CR: Otra hipótesis que se está manejando es que se está
haciendo presión a las FARC para que avancen las negociaciones con mayor
rapidez ¿podría ser esa la intensión del gobierno?
AM: El gobierno quiere presentarse a las elecciones con la
bandera de los acuerdos logrados con las FARC, pero las FARC tienen otro
tiempo, las FARC están pensando en un acuerdo de más largo plazo, más profundo
y a mí me parece que dadas las distancias que hay entre las partes, no son
fáciles de lograr. El tema justicia es el tema cárcel, es el tema extradición,
y la dejación de armas es un proceso largo que naturalmente no es un acto sino
un proceso que puede implicar un juego de garantías de contrapartes, entonces
tampoco es que sea una cosa rápida de hacer.
Así que lo que es realmente para mi insólito es que hay 50
hombres del ejército, durmiendo en un polideportivo, sin postas, porque si hay
postas no puede haber un ataque de semejante magnitud y sin apoyo de la
aviación, que es lo que pasó hoy frente a las instalaciones de la brigada en
Cali, con los familiares protestando seguramente porque los soldados estuvieron
huérfanos del apoyo del ejército o de la fuerza aérea por los menos, entonces
uno se pregunta ¿de qué se trata este hecho? repito, de guerra y muy
lamentable.
CR: Ayer Pablo Catatumbo, denunciaba que este hecho podría
presentarse en otros lugares del país. ¿Si estos hechos vuelven a suceder,
podría darse al traste con lo que va avanzado del proceso de paz?
AM: De parte de la guerrilla el objetivo es, a mi manera de
ver, lograr una tregua bilateral con el fin de que lo que suceda en Colombia no
afecte lo que se desarrolla en la Habana, pero al mismo el gobierno lo que
quiere es presionar un acuerdo rápido de paz, o un acuerdo antes de las
elecciones de Octubre. Entonces son estrategias que van en contravía, pero de
todas maneras yo espero, deseo fervientemente, que el proceso, pese a todo, se
mantenga.
CR: ¿Es reversible la decisión del presidente Santos de
reanudar los bombardeos?
AM: Pues con cabeza fría de las dos partes yo creo que es
reversible, creo que es una decisión que se tomó en un momento oportuno y que
volverá a tomarse en el caso de que las aguas bajen como es urgente. Porque
fíjese usted, el hecho de que no haya una tregua unilateral habiendo negociaciones
implica directamente que los hechos de guerra en Colombia tengan repercusiones
en la Habana y además se manejen esos hechos de guerra como formas de impulsar
en determinadas direcciones o acuerdos. Por lo tanto creo que es necesario que
el país además de manifestarse en contra de la guerra, como se está haciendo,
exija una tregua bilateral para impedir que lo que aquí sucede vaya erosionando
lo que en la Habana se acuerde.
CR: Otros analistas dicen que los medios son carboneros de
la guerra ¿usted qué piensa del manejo que le han dado los medios y qué debería
hacerse para que los empresarios o el gobierno vayan ambientando la paz?
AM: A mí me parece un manejo muy irresponsable que han hecho
los medios, pero es casi un dispositivo que se venía preparando frente a
cualquier acción, es algo que se tiene ya calculado, ese salto que pegan, esa
manera como desfiguran, como no analizan, como impiden el conocimiento y el
análisis de los hechos, van juzgando y van sancionando y van, naturalmente, limitando
las posibilidades de la negociación. Es que el fuelle que está dando, con
franqueza, Uribe, echándole más fuego a la candela, más combustible a la
candela, es muy peligroso, y esos medios que son bastanteamarillosos y que
tienen compromisos políticos, pues naturalmente que terminan haciendo lo que
hacen.
LIBERTAD A LOS 9500 PRES@S POLÍTIC@S EN COLOMBIA
SI A LA ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE
SI A LA PAZ CON JUSTICIA SOCIAL
SI A LA SOLUCIÓN POLÍTICA AL CONFLICTO SOCIAL
SÍ AL CESE BILATERAL DE FUEGOS
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