UN POCO DE HISTORIA FRENTE AL CASO PETRO
Petro y el espectro Rojas
Macario Martínez / Jueves 20 de
marzo de 2014
FUENTE: Prensa Rural
En 1953 el presidente Laureano
Gómez, quien soñaba con ser el Francisco Franco criollo, se fue a España, dicen
que para curarse de dolencias, a cargo del gobierno quedó el designado
presidencial Roberto Urdaneta, galgo fiel de las compañías petroleras
norteamericanas.
La coyuntura política estaba
marcada por la intención de Gómez, con su engendro de Constitución de julio de
1952, de legalizar el fascismo que campeaba en el país desde mucho tiempo atrás
y al cual respondían con enérgico valor las guerrillas liberales de Guadalupe
Salcedo y las autodefensas campesinas comunistas.
La oligarquía
liberal-conservadora representada por López Pumarejo y Ospina Pérez veía con
asombro y pavor el auge de las guerrillas, las cuales habían dado duros golpes
a las fuerzas militares del Estado, y no compartían la intención de Gómez de
monopolizar el gobierno. En tales circunstancias acordaron, con la venía
norteamericana, una salida transitoria que resolviera sus problemas, tal
solución consistió en poner a un militar en el gobierno: el general Gustavo
Rojas Pinilla.
Sin echar un solo tiro, Rojas se
tomó el poder. Rojas, formado en la academia gringa y graduado como soldado
norteamericano en la invasión a Corea, parecía ser la ficha precisa para
engañar a las guerrillas liberales, cerrarle el camino a Gómez, amnistiar los
crímenes de “los pájaros” y arrasar a los comunistas, y así lo hizo. En 1953
desarmó con ardides a 16 mil guerrilleros liberales, en 1954 decretó la
ilegalidad del partido comunista y en 1955 cercó y bombardeó con napalm la región
de Villarrica y el Sumapaz.
Con la bendición de la iglesia
católica y repartiendo ladrillos e imágenes televisivas en las ciudades a los
desterrados por la propia violencia oficial, Rojas se convirtió en una figura
carismática entre los sectores populares, con dicho respaldo político dio
creación a lo que llamó la “tercera fuerza”: el Movimiento de Acción Nacional
(MAN), para romper por “tierra derecha” con el bipartidismo. Rojas olvidó que
para la oligarquía era apenas un mayordomo y decidió disponer a su antojo de la
torta burocrática, eso no le fue perdonado.
La oligarquía que no había
calculado tal desenlace, pasó a la oposición y la denuncia de la dictadura,
propiciando su “derrocamiento” en 1957 y su enjuiciamiento un año después por
cuestiones secundarias.
En 5 años Rojas pasó de ser el
héroe salvador de “la patria” oligárquica a tirano.
La caída de Rojas no la detuvo el
respaldo yanqui ni la obediencia canina de los militares, que el 8 y 9 de junio
de 1954 habían masacrado a los estudiantes, fue una coyuntura en que la
oligarquía haciendo uso de su menguante autonomía relativa ante los gringos se
decidió por “la democracia frente-nacionalista”.
Rojas, con los golpes recibidos
más o menos asimilados y los derechos políticos devueltos, retomó las lides
políticas y 13 años después -en 1970- ganó las elecciones al Frente Nacional
bipartidista, la victoria le fue hurtada por la oligarquía en un célebre
apagón. Un sector del movimiento rojista dio nacimiento al M-19 para luchar por
su ingreso en la competencia democrática.
El M-19 fue un movimiento armado
de inspiración “nacional-popular” que durante dos décadas luchó por tener un
lugar en la disputa electoral por el poder político. Las hollywoodenses
acciones del Eme le permitieron ganar simpatía entre estudiantes, sectores
populares urbanos y en medios del estamento castrense. En términos estratégicos
el Eme, eternamente infiltrado por los milicos, cortó el avance hacia las
ciudades a las iniciativas insurgentes más radicales.
Hoy Gustavo, muy probablemente en
honor al general Rojas, Petro, quien viene del Eme es alcalde de Bogotá y
padece persecuciones muy similares a las que sufrió Rojas por su intento de
repartir la torta burocrática a su modo. A Petro le dio por introducir reformas
de cuño popular, que no son extrañas para el capital en épocas de crisis, en la
gestión del privatizado servicio de aseo y de inmediato suscitó la furia
oligárquica, actualmente está destituido del cargo y condenado al ostracismo
político por 15 años.
Con esta actuación la oligarquía
ratifica su profundo rechazo a incorporar en el régimen político fuerzas y
actores políticos de vertiente pequeño burguesa o popular, corrobora una vez
más su monumental intolerancia ante el desenvolvimiento de ideas cuya
concreción se traduce en la reducción –así sea mínima- de sus históricos privilegios,
y confirma su gran capacidad manipuladora e instrumental (léase el apoyo del
Eme a la neoliberal Asamblea Nacional Constituyente de 1991), demuestra en
síntesis, que la democracia colombiana funciona meramente como dispositivo de
entretención.
En lo que acontece con Petro
ronda el espectro de lo que aconteció con Rojas y el erradamente –para el caso
colombiano- llamado “nacional populismo”, siendo una especie de reedición de la
historia, con otros actores, otros escenarios, pero el mismo contenido: la
defensa de los privilegios de la oligarquía mediante el ejercicio autoritario
enmascarado con leguleyadas.
En 1990 cuando el Eme abandonó
las armas, tal gesto fue celebrado con gran alborozo por los medios de
comunicación burgueses, los comandantes exguerrilleros, que sobrevivieron a la
guerra sucia del final de los diálogos, tenían primeras planas en los diarios y
los micrófonos radiales les eran abiertos las 24 horas, hasta Julio Mario Santo
Domingo, propietario de Avianca en ese entonces, subió en su avión privado a
Navarro Wolf para darle una vueltica. Como aconteció con Rojas, luego de muchos
años (23 más o menos) de servicios prestados al régimen, la oligarquía le da
una patada a Petro.
Mucha agua ha pasado bajo el
puente y obviamente Gustavo Petro dista mucho de ser Gustavo Rojas, a pesar de
ello el sentido fundamental de su ideología es el otrora llamado
“nacional-populismo”. Es decir, se trata de un proyecto que recoge las
ambiciones de ascenso social de las clases medias y que en determinadas circunstancias
es aupado por organismos internacionales que promueven discursos de
empoderamiento, incidencia y participación mezclados con programas
asistenciales orientados a gerenciar la miseria (Bogotá Humana). En épocas de
crisis, dicho “nacional-populismo” puede ser muy atractivo y funcional para las
clases dominantes, pero, una vez salvados los embrollos, se hace revulsivo por
las potencialidades que contiene.
Hoy, Petro se encuentra casi que
literalmente en la calle, debió pasarle una experiencia similar a la de Rojas
para que se desengañara, para que constatara el profundo carácter
reaccionario-leguleyo de la oligarquía colombiana.
En los años 1970, la experiencia
vivida por Rojas lo condujo a desarrollar un espíritu conspirativo, el mismo le
deberá nacer a Petro quizá, a menos que decida esperar quince años más para
volver a ser candidato -a alguna vaina- y a que le hurten el resultado.